viernes, 16 de septiembre de 1994

El Salmo 23

El Glorioso Evangelio, Vol. 94, N’o. 9

por Virgilio Crook

Lección Nueve - Verso Tres

“Confortará mi alma”

La palabra hebrea traducida “confortará” aquí significa: “dar la vuelta, retornar, volver de nuevo, traer de nuevo, librar, restaurar a una condición anterior, traer de nuevo a casa.”  El significado básico es: “movimiento de nuevo al punto de partida.”  También significa: “traer devuelta la vida de uno, o renovarle o reanimarle.”  Este parece ser el significado principal aquí en el verso tres del Salmo 23.  “El reanima mi vida.”  “El restablece y renueva mi vida.”  Aquí tenemos otro pensamiento y valiosa verdad en cuanto al cuidado del Pastor por sus ovejas.  El nos anima y nos restablece en tiempo de necesidad.  Tenemos varios ejemplos de esta verdad en la palabra de Dios.   Vamos a considerar dos de ellos.   David en el libro de 1º Samuel y Sansón en el libro de Los Jueces son dos casos que muestran esta verdad.  “Le dieron también un pedazo de masa de higos secos y dos racimos de pasas. Y luego que comió, volvió en él su espíritu; porque no había comido pan ni bebido agua en tres días y tres noches.”  1º Samuel 30.12  Otra versión dice: “Después que comió, recobró sus fuerzas.”  David estaba cansado y sin fuerzas, pero la comida le reanimó, le dio nueva vida y fuerzas.  Tenemos la misma idea en cuanto a Sansón en Jueces 15.19 donde la misma palabra hebrea está usada.  “Entonces abrió Dios la cuenca que hay en Lehi; y salió de allí agua, y él bebió, y recobró su espíritu, y se reanimó. Por esto llamó el nombre de aquel lugar, En-hacore, el cual está en Lehi, hasta hoy.”  Vemos lo mismo aquí en el caso de Sansón, cansado después de una pelea cansador, fue reanimado y revivió su espíritu.  Dios los había confortado, restaurado; a David por medio de una mujer juiciosa y generosa, a Sansón por un milagro.  
¿Necesitamos algunas veces estar reanimados, restablecidos, renovados en espíritu en nuestro andar cristiano?  ¿Tenemos a veces una necesidad como hijos de Dios de ser levantados de nuevo?  ¿Se siente Usted decaído a veces, sin poder de reanimarse a sí mismo?  Yo creo que tenemos que contestar “SÍ” a todas estas preguntas.  Alguna vez en nuestra vida como hijo de Dios nos encontramos sin fuerzas para salir de una situación.  David fue uno de los más valientes israelitas que la Biblia registra, fue guerrero de primera, pues mató a Goliat y libró a Israel de muchos otros enemigos, peleando en muchas batallas.  Pero aún a David le faltó fuerzas a veces.  Fíjese en sus palabras escritas en el Salmo 42: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?  Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío.  Dios mío, mi alma está abatida en mí; me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán, y de los hermonitas, desde el monte de Mizar.”  Salmo 42.5, 6  Sin duda, David tuvo esta experiencia muchas veces en su larga y fructífera vida, tanto como pastor, como soldado y luego como rey de Israel.  El usa el término una vez más en el Salmo 43.5.  La palabra hebrea “te abates” significa: “hundirse o deprimir o bajar.”  Algunos sinónimos son:  triste, sin espíritu, melancólico.  Vamos a ver primero como este término se aplica a las ovejas y después veremos como nos toca el término “abatido.”
“Oveja abatida” es un término que los pastores de ovejas usan en el oriente para describir la condición de una oveja que por alguna razón se encuentra pata para arriba, sobre sus espaldas.  Dice un autor sobre el tema: “Este es un antiguo término inglés usado para describir una oveja que se ha vuelto sobre sus espaldas (pata para arriba) y no puede levantarse por sí misma.”  La oveja en esta posición es tal como la pobre tortuga cuando se encuentra pata para arriba.  No hay manera en que pueda ayudarse a sí misma a ponerse de pie devuelta.  En el caso de la oveja, estar en esta posición mucho tiempo es muy peligroso.  Si se queda en esta posición, morirá dentro de dos horas si el tiempo es caluroso, y lo máximo sería dos días si el tiempo es medio frío o fresco.  Los gases comienzan a formarse en el cuerpo del animal y éstos cortan la circulación de sangre, especialmente a las piernas.  Los animales de rapiña conocen bien esta escena y rápidamente toman ventaja de la situación y la oveja se encuentra aún más indefensa que nunca.  De nuevo el bienestar de la oveja depende de la actitud alerta del pastor.  El tiene que vigilar constantemente, observando a todas las ovejas, sabiendo cuales están y cuales no están.  Tiene que conocer las características de todas sus ovejas.  Gracias a Dios que nosotros tenemos el Pastor más alerta que existe.  El  Salmo 121 cuenta de su capacidad para mantenerse alerta para cuidar a sus ovejas.  “No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda.  He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel.  Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha.”  Salmo 121.3 al 5  Aunque habla aquí de Israel, sabemos que el mismo Jehová nos guarda de la misma manera.
Algunas ovejas tienen el hábito de encontrarse en esta condición cada dos o tres días.  Esto, por supuesto, crea problemas innecesarios para el pastor.  Cuando él encuentra la oveja, muy suavemente le da la vuelta y comienza a fregar las piernas, todo este tiempo hablando suavemente a la oveja para calmar al animal que ha pasado un gran susto.  El da masaje a las piernas de la oveja para que la sangre pueda comenzar a circular de nuevo, así dando fuerza a las piernas otra vez.  
Como David, a veces decimos: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí?  ¿Por qué estoy desanimado, triste, melancólico, oprimido y sin ganas?”  Nuestro Pastor conoce nuestra condición y viene para animarnos.  En tales tiempos él nos muestra su gracia y misericordia.  En vez de enojarse con nosotros, nos trata tiernamente, levantándonos suavemente y nos restaura el gozo y la fuerza de nuevo.  Fíjese en la actitud del padre en Lucas 15.3 al 6.  Nuestro Pastor, quien tiene la misma actitud como nuestro Padre, nos espera con brazos abiertos.  Note la promesa del Salmo 37.23, 24.  “Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su camino.  Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque Jehová sostiene su mano.”  

Hay dos razones principales porque la oveja queda pata para arriba (abatida).  Una es por buscar el lugar más cómodo para acostarse.  Esto consiste generalmente de un posito en el suelo en el cual la oveja puede acostarse cómodamente.  Si la oveja es un poco gorda, no puede mantener su equilibrio y como consecuencia se tumba y queda pata para arriba.  Esto tiene su lección para nosotros los hijos de Dios.  Nos habla de confiar en una confianza o seguridad falsa.  Habla también de buscar la forma más fácil de vivir, tomar el camino más fácil, buscar las comodidades de la vida.  Debemos prestar atención a la advertencia del apóstol Pablo en 1ª Corintios 10.12, “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.”  Dios tenía que reprender a Israel por su actitud de buscar la comodidad fuera de tiempo.  “¡Ay de los reposados en Sion, y de los confiados en el monte de Samaria, los notables y principales entre las naciones, a los cuales acude la casa de Israel!”  Amós 6.1  Jesús reprende la iglesia visible en su última etapa por la misma razón; lea sus palabras de reprensión en Apocalipsis 3.17.  La  iglesia visible en su último estado (lo que vemos aún hoy) se ve buscando comodidades en vez de confiar en el Señor.  El remedio en cuanto a la oveja que, buscando estar cómoda, se encuentra “abatida” es llevarla a un campo más escabroso, donde no hay tantos lugares cómodos.  Así nuestro Pastor nos trata también,  El permite cosas inoportunas en nuestra vida para que le busquemos a él, y no las comodidades.

Los Atributos De Dios

El Glorioso Evangelio, Vol. 94, N’o. 9

• Santidad •

por Douglas L. Crook

(segunda parte)

En la primera parte de esta lección ya hemos establecido, según la Biblia, que nuestro Dios es santo.  Santo quiere decir “apartado.”  Dios es apartado del pecado.  No es esclavizado a hábitos viles y destructivos.  Es libre de pensamientos y motivos impuros y de todo lo que corrompe y degenera el espíritu, alma y cuerpo del hombre.  También hemos visto que es por su santidad y la de su Hijo Jesús que los creyentes son declarados santos.  (1ª Corintios 1.1 al 3)  Por la sangre derramada de Jesús somos limpiados una vez para siempre de la mancha y culpa del pecado.  Nuestro destino eterno es en la presencia santa del Santísimo.  Por fe tenemos la santidad como provisión, por medio de la santidad de Dios y su Hijo.
Esta posición como santos nunca cambia porque está basada sobre la eficacia de la sangre purificadora de Jesús.  El apóstol Pablo saludó aun a los corintios carnales como santificados y santos.  Recuerde, la santidad es la naturaleza de Dios.  Nuestra santidad es una purificación que recibimos de Dios por fe.  El Santísimo nos ve eternamente como santos.  ¡Gloria sea a su nombre!
Sin embargo, hay otro aspecto de nuestra santidad que recibimos del Dios Santo, que es igualmente importante.  Es el aspecto de nuestra santidad práctica.  “Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.”  1ª Pedro 1.14 al 16  Si ya somos santos delante de Dios, ¿por qué tenemos esta exhortación de ser santos?  Porque está hablando de nuestra “manera de vivir.” La santidad práctica tiene que ver con la vida diaria.  Uno es santo en este sentido si diariamente su corazón está apartado del dominio y hábito del pecado y apartado para hacer la voluntad de Dios.  En contraste con la santidad que recibimos como provisión, que es una vez para siempre, este aspecto de la santidad es progresivo.  “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.”  2ª Corintios 7.1  Diariamente necesitamos una limpieza de la contaminación del pecado que hay en este mundo.  Si no nos sometemos a esta limpieza, nos conduciremos como impíos en vez de como santos.  Esta limpieza nos aparta para hacer la voluntad de Dios y para ser su testigo fiel.  Cada creyente tiene la habilidad de andar en santidad porque tiene dentro de sí la santa vida de Cristo.
Es preciso que entendamos los dos aspectos de la santidad que recibimos del Santísimo.  Algunos recalcan solamente la santidad práctica y se equivocan en pensar que nos hacemos aceptos delante del Dios santo por nuestras obras, nuestra manera de vestirnos o por muchas otras cosas.  Procuran quitar la mancha de la culpa del pecado por su santidad práctica.  Si uno cree así, está negando la autoridad de la Biblia que dice que solamente la sangre derramada de Jesús tiene poder para limpiarnos de la culpa y penalidad del pecado y hacernos aceptos al Padre.  (Efesios 1.3 al 7)  Tal doctrina es peligrosa y roba a Dios y a su Hijo de su gloria.
Igualmente peligrosa es la doctrina de los que recalcan solamente la santidad que recibimos como provisión.  Piensan que si uno es salvo, no importa cómo vive porque ya es declarado ser santo y Dios siempre le verá como santo.  Enseñan que no hay ninguna verdadera consecuencia por andar en la suciedad de la carne y del mundo.  Lo que olvidan es que Dios es aún santo aunque vivimos bajo gracia.  Dios no ha cambiado.  No tolera el pecado en su pueblo más de lo que tolera en el incrédulo.  Su manera de tratar con el pecado del creyente y del incrédulo es diferente, pero no aguanta el pecado en ninguno.  El es santo.  “Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.  Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen.  Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.  1ª Corintios 11.29 al 32  La inmundicia del pecado de los incrédulos les separa eternamente de la presencia del Juez santo.  Son condenados al lago del fuego.  Los que tienen la mancha de la culpa del pecado no pueden entrar en su presencia santa.  La inmundicia del pecado del creyente le separa de la comunión íntima de su Padre santo.  “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar (librar,) ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.”  Isaías 59.1, 2  Nuestro Padre no puede andar con nosotros en una manera real y personal cuando andamos en rebelión contra su santidad.  El Padre castiga a sus hijos que andan en pecado, para que sepan que no conviene y que hay consecuencias negativas por andar así.  Si continuamos en el pecado perdemos el gozo y paz de su constante protección y provisión, y de la perpetua revelación de sí a nuestro corazón.  Perdemos eterna recompensa y gloria.  El valor de su presencia en nuestra vida y de su comunión íntima debe ser motivo suficiente para hacernos desear andar en santidad.  La posibilidad de perder tal comunión y recompensa debe advertirnos del peligro de andar en la inmundicia del pecado.
En Juan 13.10 Jesús ilustró bien la diferencia entre la santidad como provisión y la práctica.  “Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio...”  Uno que se baña fuera de la casa está todo limpio al ser bañado, pero caminando a la casa ensucia los pies.  No necesita volver a bañarse por completo, sino le falta limpiar sus pies no más.  De igual manera, uno que pone su fe en Jesús como su Salvador está limpiado de la culpa del pecado una vez para siempre por la sangre de Jesús.  Al ser salvo, no somos trasladados directamente a los cielos.  Tenemos que andar en este mundo lleno de pecado.  A veces llegamos a ser contaminados por el pecado por caer en tentación o descuido o indiferencia.  No necesitamos ser salvos de nuevo, sino nos falta limpiar nuestra manera de vivir no más.  La Biblia declara que el agente purificador que nos limpia de la contaminación del dominio y hábito del pecado es la Palabra de Dios.  “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra.”  Efesios 5.25 y 26  “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” Juan 17.17  “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.” Juan 15.3  La santificación práctica es cuestión de una limpieza diaria por la Palabra de Dios, la Biblia.  Lea la Palabra cada día y le convencerá de pecado, le guiará al arrepentimiento y le limpiará de la inmundicia para que pueda disfrutar comunión íntima y dulce con su Padre santo y con su Hijo.  Estúdiela diariamente, créala y póngala por obra y le mantendrá separado de la corrupción del pecado y apartado para hacer la voluntad de Dios con todos sus beneficios.

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.  No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”  Romanos 12.1, 2

Lecciones Sobre Daniel

El Glorioso Evangelio, Vol. 94, N’o. 9

por David Franklin

Lección Nueve - Capítulo 5.1 al 4

En este capítulo vemos una vez más que, tal como hay sueños proféticos y visiones, así hay vidas y eventos proféticos.  Por supuesto, puede ser que mientras los eventos de este capítulo fueron tomando lugar, tanto Daniel como Belsasar, sabían muy poco en cuanto al significado futuro de ellos.  Por medio de la antigua Babilonia, Dios fue mostrando un cuadro del futuro, de “un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.”  Apocalipsis 17.5  Dios no escondió la conexión entre las dos; él dio el nombre en Apocalipsis, para que veamos claramente su propósito en dar estos resplandores fugaces del imperio antiguo.  Las imágenes paralelas entre Daniel cinco y la gran ramera de Apocalipsis son tan notables como para ser evidentes a los de mente espiritual.
“Porque dice en su corazón: Yo estoy sentada como reina, y no soy viuda, y no veré llanto; por lo cual en un solo día vendrán sus plagas.”  Apocalipsis 18.8  La confianza de la gran ramera (quien es figura de la corrupta religión sin ungimiento) será tan exagerada que para aquellos asociados con ella, será inconcebible que alguna angustia alguna vez venga.  Las señales de destrucción eminente parecerán como nada a aquellos que estarán embriagados con su lujosa y corrompida grandeza.  El orgullo y confianza de ella serán tan falsos, vacíos, e inútiles como los de Belsasar; esa será la razón del juicio repentino que vendrá.  Ese orgullo está prefigurado en la Babilonia de Belsasar.  El ejército invencible de Darío estuvo acampado ya en un sitio alrededor de los muros de la ciudad.  Babilonia había procurado con sus mejores soldados contra esa máquina de guerra y ellos habían derrumbado inútilmente, apenas deteniendo su marcha.  Ahora estaba aislada, el imperio terminado en todo menos de nombre, sin embargo, Belsasar hizo un gran banquete, invitando a un mil de los príncipes y valientes quienes fueron encerrados en la jaula de Babilonia con él.  No fue simplemente una fiesta, sino una jarana ebria, ideada para demostrar que nada, absolutamente nada pudo alterar el curso glorioso de la gran Babilonia.
Había razones para ese orgullo.  Preparaciones fueron hechas mucho antes para asegurar la sobrevivencia de la ciudad y sus gobernantes en caso que fueran sitiados por un enemigo poderoso.  Los muros, los cuales fueron rodeados por un foso, fueron tan anchos que varios carros se podían manejar lado a lado encima de los muros.  Puesto que ningún ariete pudiera rajarlos, sin duda parecía imposible que se pudiera abrir brecha en las defensas alguna vez.  Un sostén abundante de agua y una manera de higienización fueron provistos por el río Eufrates, que corrió por Babilonia, pasando portones grandes de agua al entrar y salir de la ciudad.  Esto parecía dar seguridad de sed, tanto como de epidemias que plagaron las ciudades sitiadas como suciedad y basura amontonada dentro de los muros.  Aparentemente, había suficiente abastecimiento de comida dentro de los muros, que a los líderes no les molestó el hecho de malgastar un poco de ello en una fiesta lujosa.  Por supuesto, la gente común de la calle tal vez estaban pasando hambre, (tal es el caso espiritual de gente atrapada en una religión falsa) pero mientras que tenían la manera de satisfacer sus propios apetitos, todo parecía bien a los líderes Babilonios.
Había toda razón natural de parte de Belsasar para tener confianza, tal como habrá razón de la seguridad de parte de la gran ramera cuando tome su lugar completo de prominencia mundial.  Pero como Nabucodonosor encontró, y como Belsasar pronto descubriría, “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia.”  Salmos 127.1   Aparte de la bendición y ayuda de Dios, no hay causa para confianza ni hay esperanza de seguridad.  Como Babilonia cayó ante sus enemigos, apenas ofreciendo la menor lucha, así estará la ramera religiosa, la madre de rameras, echada abajo por la palabra de Dios.   “…cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán.”   1ª Tesalonicenses 5.3    Aquellos que esperan esquivar los resultados de su prostitución esperan en vano.
En la noche de su caída, Belsasar ordenó a sus siervos traer “los vasos de oro que habían traído del templo de la casa de Dios que estaba en Jerusalén, para que bebieran en ellos el rey y sus príncipes, sus mujeres y sus concubinas.” (verso 3)  Estos vasos habían sido dedicados al Señor, y fueron puestos aparte para el uso exclusivo en el servicio de Dios en el templo.  Sin duda, la mayoría había sido salpicada con sangre, la marca de su santificación. (Hebreos 9.21, 22) Porque habían sido tomados por Babilonia sólo después de un sitio proyectado de Jerusalén (durando un año y medio) puede ser que Belsasar los sacó para mostrar el desprecio que él tenía por el sitio que estaba amenazando su propia ciudad.  Necio hombre, que no vio que el Dios quien había juzgado Jerusalén pudo juzgar Babilonia también.
“¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?”  Romanos 2.4  Los pensamientos de Belsasar tenían que ser de esa clase.  No quería tener nada que ver con el arrepentimiento ni la justicia en tiempo de paz ni en tiempo de angustia. El y sus padres habían adorado a Nebo y Bel, y habían prosperado.  Ahora que vino la angustia, creyó que la solución fue servir aún más a sus ídolos.  El uso de los vasos de oro del templo por Belsasar fue idolatría.  “Bebieron vino, y alabaron a los dioses de oro y de plata, de bronce, de hierro, de madera y de piedra.”  (verso 4)  Los hombres a menudo dan crédito a sus propias maldades y hechos malvados por el bien natural que gozan.  No se dan cuenta del hecho que su existencia continuada y prosperidad se deben en gran parte más bien a la longanimidad paciente de un Jehová soberano, que a sus acciones pecaminosas.
Compare la adoración de dioses de oro, plata, bronce, hierro, madera, y piedra con Apocalipsis 18.12.  “La mercadería de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas, de lino fino, de púrpura, de seda, de escarlata, de toda madera olorosa, de todo objeto de marfil, de todo objeto de madera preciosa, de cobre, de hierro y de mármol.”  Esta será la lamentación de los comerciantes del mundo, contando las cosas que la Babilonia caída no puede comprar más de ellos.  ¿Ve usted la similitud entre la lista de dioses y la lista de mercadería?  Colosenses 3.5 habla de “avaricia, que es idolatría.”  Tal codicia de las cosas del mundo es fornicación espiritual y abominación, la adoración de dioses falsos.  “Pero,” usted puede decir, “los hombres no se inclinan a tales cosas como mercaderías.”  La adoración, sea idólatra o sea verdadera, consiste en dar el corazón, vida, y fuerza; no meramente llevar a cabo ciertas formas, en ciertos lugares y a ciertos tiempos.
En su deseo para glorificarse a sí misma y vivir lujosamente (Apocalipsis 18.7) la religión falsa ha llegado a ser una fuente de grandes ganancias para el comercio.  Tiene que tener el mejor de lo mejor.  ¿Cuánto más será ésta la verdad cuando se siente en alto sobre la espalda de la bestia que está por venir?  Cuando se amenace el juicio, su adoración de mercaderías y riquezas estará redoblada.  Por eso, (así se supondrá ella) ganó su grandeza, y por eso procurará mantenerse grande.
En Apocalipsis 17.4 leemos esta descripción: “Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación.”  El oro habla de los atributos divinos de Dios.  ¿Qué estará haciendo tal vaso en la mano de la ramera, siendo usado para tal cosa?  Parece indicar que ella tomará para sí ciertas cosas que son el derecho exclusivo y posesión de Dios, y las usará para propósitos que son degradados y espiritualmente viles.
Una identificación clave de la religión falsa, entonces, es el tomar las cosas que Dios ha apartado para sí, y usarlas como medio de conseguir ganancia para pagar a los comerciantes.  No estamos hablando del hecho de dar las ofrendas por el pueblo de Dios como está enseñado en las Escrituras, sino el consciente y voluntarioso comercialismo que aún ahora domina la mayoría del cristianismo.  Aléjese de aquellos quienes ponen un precio en la así llamada espiritualidad, quienes usan las herramientas de adoración como maquinaria para conseguir dinero.  Habiéndose dado a sí mismos y su fuerza a la idolatría codiciosa, no pararán para nada en su servicio de sus dioses falsos.  No vacilarán en tomar las cosas más dulces y sagradas de Dios para sus propios fines egoístas. Los implementos que Dios ha elegido para su adoración son muchos: la oración, la predicación, la música, etc.  Pero la lista termina con los vasos más preciosos que Dios ha santificado para su uso: la humanidad.  Apocalipsis 18.5 termina la lista de mercadería de Babilonia con el producto más costoso con el cual los hombres trafican, “...las almas de los hombres.”

La ramera es lisonjera, procurando que sus oyentes se sientan bien acerca de sí mismos y de ella.  Según Proverbios 5.3, “Los labios de la mujer extraña destilan miel, y su paladar es más blando que el aceite.”  El aceite habla del Espíritu Santo, quien, en benignidad y amor, a veces hablará bruscamente, palabras claras cuando erramos.  Amando sólo la ganancia, la ramera no haría esta clase de bien, pues no arriesgaría la pérdida de sus fuentes de ganancia.  No importa cuán hermosas la madre de rameras y sus muchas hijas puedan aparentar,  no importa cuánto ella pueda ofrecer que aparente bueno o grato, ella es falsa y asesina en su corazón.  Lea de las cosas que embriagan a la madre, y sepa que todas sus hijas (pues tiene muchas de ellas) son como ella.  “Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús.”  Apocalipsis 17.6  Cualquier bien que tales sistemas parecen hacer para la gente, cualquier buenas promesas que dan, son meramente sus maneras para defraudar a los hombres.  “Porque en vano se tenderá la red ante los ojos de toda ave.”  Proverbios 1.17  La traducción “Conybeare” dice en Colosenses 2.8: “Tenga cuidado para que no haya ningún hombre quien le tome cautivo por filosofía y decepción vana, según las tradiciones de los hombres, según los rudimentos del mundo y no según Cristo.”  ¿Cómo podemos escapar de la red de la ramera y sus ministros?  Por conocer la verdad de la palabra de Dios.  Proverbios 2.16 al 19 nos explica el valor de conocer la palabra de Dios y uno de los propósitos por el cual fue dada: “Serás librado de la mujer extraña, de la ajena que halaga con sus palabras, la cual abandona al compañero de su juventud, y se olvida del pacto de su Dios.  Por lo cual su casa está inclinada a la muerte, y sus veredas hacia los muertos; todos los que a ella se lleguen, no volverán, ni seguirán otra vez los senderos de la vida.”