viernes, 28 de diciembre de 2012

Percibiendo Lo Espiritual

Nosotros percibimos las cosas en lo natural a través de nuestros cinco sentidos; la vista, el tacto, el olfato, el sonido y el sabor. Pero las cosas espirituales percibimos por la Palabra de Dios y la oración.

2 Corintios 5:7 (porque por fe andamos, no por vista);

2 Corintios 4:18 …no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.

Como seres humanos, con cuerpos de carne y viviendo en este mundo, nacemos y somos criados y educados para manejarnos con nuestros sentidos. Somos enseñados a confiar en nuestros sentidos. A una criatura pequeña le enseñamos a manejarse por sus sentidos naturales. Tal vez tomamos la manito de un niño de apenas un año y le acercamos a una pava caliente. Ya de lejos el niño siente el calor y le decimos: “caliente.” No queremos que se queme y queremos enseñarle a no tocar cosas calientes porque sería para su daño. Le estamos enseñando a andar por sus cinco sentidos.

Aún una persona que nace ciego o que llega a ser ciego, tiene que aprender a andar por sus cuatro sentidos que le restan si va a ser una personal útil en este mundo. Mi abuela perdió su vista siendo ya anciana, pero ella no se quedó sentada. Aprendió a usar sus sentidos de oído, tacto, olfato y sabor. Ella cocinaba, limpiaba, lavaba la ropa y aún caminaba sola hasta el templo (a unos 50 metros de su casa) y limpiaba el edificio. Mi abuela era una persona extraordinaria. Ella no “andaba por vista,” pero igual andaba por sus cuatro sentidos. Mi abuela también era una mujer de mucha fe. Aunque ella andaba por sus cuatro sentidos, ella también aprendió a andar por fe.

Andar por fe no significa desechar los sentidos naturales que tenemos. Algunos tienen éste pensamiento equivocado. Algunos creen que sólo tenemos que hacer una declaración de fe. Pero su declaración no tiene nada que ver con la fe. Si está enfermo y le duele mucho el estomago, dice “no me duele nada.” La fe no niega lo que nuestros sentidos perciben al menos que tengamos una de dos cosas, a) una base escritural, o b) una palabra directa del Señor.

Tenemos el caso del siervo de Eliseo. Había un ejercito enemigo rodeando la ciudad para tomar a Eliseo. Su siervo le dice: “¡ah, señor mío! ¿qué haremos?” (2 Reyes 6:15) El siervo estaba percibiendo con sus sentidos naturales. Eliseo no dijo: “ese ejercito no existe,” pero sí, pudo percibir algo por medio del Espíritu Santo.

La mala enseñanza hace las cosas al revés de lo que nos enseña la Palabra de Dios. Algunos enseñan que usted tiene que hacer la “declaración de fe” (que no es realmente nada de fe) y luego el Señor va a obrar. La Palabra de Dios nos enseña que la fe viene por el oír y el oír de la Palabra de Dios (Romanos10:17). La única “declaración de fe” que podemos y debemos hacer es la misma palabra de Dios.

Dios nos ha dado los cinco sentidos en lo natural y desde edad muy temprana aprendemos a usar nuestros sentidos. Algunos desarrollan muy bien sus sentidos, pero otros no tanto. Aunque necesitamos nuestros sentidos para manejarnos en forma diaria, a veces nuestros cinco sentidos pueden impedirnos en las cosas espirituales.

Consideremos el caso de Pedro, caso muy bien conocido. Pedro estaba con los discípulos en una barca en medio del mar. Una tormenta había formado y en medio de esa tormenta Jesús vino caminando sobre el agua. Pedro le dijo a Jesús; “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.” (Mateo 14:28) Note que Pedro no se lanzó, no mas, del barco. Pedro no dijo; “yo tengo fe y por lo tanto puedo caminar sobre el agua.” No! Primero el preguntó al Señor, y cuando el Señor le dio su palabra, en este caso, “ven”, Pedro salió de la barca y comenzó a caminar sobre el agua.

Cuando consideramos ésta porción, por lo general, enfatizamos la falta de fe de Pedro. Pero en realidad podemos enfatizar la fe de Pedro. Cuantas veces en nuestra vida, en circunstancias muy difíciles, el Señor nos dice “ven”, pero nosotros a igual que Pedro, no obedecemos por falta de fe. Todos nuestros sentidos naturales nos dice, no sólo que es imposible, sino que sería totalmente estúpido de ir o hacer o hablar lo que el Señor nos está diciendo.

Por otro lado, sí, vemos la falta de fe de Pedro. Eso no podemos negar, puesto que Jesús mismo lo reprende por su falta de fe. ¿Qué es lo que paso con Pedro? Lo mismo que sucede en nuestras vidas. Sentimos el llamado del Señor y salimos en obediencia, pero luego comenzamos a ver todos los obstáculos. Vemos, olemos, sentimos, escuchamos las “ondas” de oposición. Sacamos nuestra mirada de Jesús, el autor y consumador de nuestra fe. Él nos da la capacidad de fe y El también quiere culminar la obra de fe en nuestras vidas. Cuando comenzamos a andar por vista y no por fe nos hundimos en las aguas de desesperación y desaliento.

Para percibir las cosas espirituales necesitamos que Dios, por su Palabra y por la unción del Espíritu Santo, “abra los ojos de nuestro entendimiento para que sepamos cuál es la esperanza a que él nos ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,” (Efesios 1:18). No sé si hay necesidad más grande y más urgente entre el pueblo de Dios hoy que ésto.

Considere al Apóstol de ésta edad. Saulo de Tarso era un hombre muy religioso, pero Dios tomó a este hombre que veía muy bien en lo natural y lo segó literalmente por un tiempo y le abrió los ojos espirituales que estaban cerrados. Cuando el Señor le sanó a Saulo de su ceguera natural dice que “le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista.” (Hechos 9:18) Que alivio habrá sido para Saulo de Tarso de recibir de nuevo su vista natural. Pero cuanto mayor y eterno era su gozo de recibir su vista espiritual!

A la medida que caminamos con el Señor vamos aprendiendo a percibir lo espiritual. Escuchar la voz “suave y apacible” (1 Reyes 19:12) no es cosa de este mundo; es realmente “cosa de otro mundo.” Tenemos que tener oído espiritual. “El que tiene oído para oír, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” Lastimosamente la mayoría del pueblo de Dios no tiene sus oídos espirituales entrenados y afinados.

Hace varios años descubrí que yo estaba perdiendo la audición en mis oídos. Consulté con un médico y luego de hacer algunos exámenes notamos que yo había perdido 80% en el oído izquierdo y 55% en el oído derecho. Esto era una bendición disfrazada ya que podía decir a mi esposa “lo siento, no te escuché.” En la iglesia yo siempre me sentaba adelante para poder escuchar y me preguntaba porque el pastor hablaba tan despacio y porque no ponían el equipo de sonido más fuerte. Cuando los hermanos presentaban sus peticiones yo no escuchaba y tampoco cuando daban su testimonio. Mi esposa tenía que hablarme fuerte y tenía que estar enfrente mío para poder escucharle. Mas de una vez mi esposa me tuvo que agarrar y socorrer porque yo no escuché una bicicleta o auto que estaba por atropellarme.

Que desastre en lo espiritual cuando no escuchamos la voz de nuestro Padre Celestial y la voz de nuestro amado Señor. Andamos constantemente en peligro espiritual. Comenzamos a correr en una dirección y como no escuchamos, salimos lastimados. Nuestro Buen Pastor quiere guiarnos con su voz (Juan 10:27) pero si nuestros oídos no están afinados, a veces El tiene que usar la vara o el cayado.

Los doctores me habían dicho que se podía arreglar mi perdida de audición por medio de una operación microscópica. Después de mas de cinco años buscando la voluntad de Dios en este asunto, sentí que tenía la libertad de proseguir con la cirugía en mi oído izquierdo. Inmediatamente después de la cirugía pude escuchar 100% en mi oído izquierdo.

Había sido que el pastor no hablaba tan despacio. Había sido que el equipo de sonido no estaba tan despacio. Ahora podía escuchar bien a mi esposa (ya no tenía escusa) y a los hermanos cuando oraban y daban su testimonio y cuando presentaban sus peticiones. Que diferencia hizo en mi vida poder escuchar. 

Cuantas bendiciones nos perdemos en lo espiritual porque nuestros oídos espirituales están trancados. Algunos entre el pueblo de Dios necesitan una “cirugía” espiritual para abrir sus oídos. Considere éstas porciones de la Escritura: Jeremías 17:23; 19:15; Isaías 28:12; 65:12; Hebreos 3:15 y más. Dios nunca ha dejado de hablar al hombre (Hebreos 1:1,2) y el hombre nunca ha dejado de tapar sus oídos. No seamos “como el caballo o el mulo, sin entendimiento” (Salmo 32:9) sino seamos sensibles a la voz del Espíritu Santo. Tengamos los oídos limpios, inclinados y ungidos para escuchar la voz de Nuestro Amado.

Nunca olvidemos que “lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:6). Esto es una ley inconmovible de Dios. A la medida que caminamos con el Señor aprendemos mas de la veracidad y profundidad de ésta declaración. No existe ni una molécula, ni átomo de nuestra carne que sea útil, ni en lo más mínimo, en la esfera espiritual. Realmente es necesario que “yo (mi carne, pensamientos, actitudes y deseos) mengüe y que él (la vida de Cristo, el espíritu) crezca.

Si queremos percibir las cosas espirituales tenemos que permitir al Señor a “renovarnos en el espíritu de nuestra mente.” (Efesios 4:23) Tenemos que ser “transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:2)

Percibiendo lo espiritual realmente es cosa de otro mundo. No es algo que podemos hacer por nuestra fuerza o razonamiento natural.

Si quiere percibir las cosas espirituales, no lo busque en el mundo. Ni lo busque necesariamente en el mundo religioso. El mundo religioso ofrece mucho ruido y mucho espectáculo. Por lo general si queremos escuchar la voz del Espíritu; si queremos “ver” algo de lo espiritual, es necesario apartarnos de las distracciones de este mundo aunque sea por una hora y meditar en la Palabra de Dios con oración. Así hizo el Apóstol Pablo antes de comenzar su ministerio (Gálatas 1:15-17). Y luego, debemos aprender a andar diariamente y constantemente en oración y en dependencia del Señor.

Si queremos percibir lo espiritual tenemos que caminar por fe y no por vista. Si queremos percibir lo espiritual tenemos que aprender que TODA nuestra vida pertenece al Señor. Por lo general nosotros queremos agrupar nuestra vida. Esto y esto pertenecen a mi vida espiritual y por lo tanto pertenecen al Señor; pero esto y esto tienen que ver con mi vida natural en este mundo y por lo tanto no pertenecen al Señor. En esta cosa tengo que buscar al Señor, pero en ésta no. No! No es así la vida espiritual. TODA nuestra vida pertenece al Señor. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. (Romanos 14:8) Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. (Gálatas 5:25).

Si quieres percibir lo espiritual ponga la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” (Colosenses 3:2)

lunes, 17 de diciembre de 2012

La Carrera - 1ra Corintios

Cada creyente está puesto en la pista (estadio celestial) por virtud de la regeneración. La naturaleza de la vida celestial nos impulsa en la carrera para agradar a Dios en cada aspecto y ganar a Cristo, “el premio.” Un gran número de creyentes no saben que hay una carrera que correr. ¿Está corriendo usted?

Una carrera demanda competencia. No competimos contra otros creyentes, sino contra las fuerzas opuestas al creyente. La carne debilitará nuestro avance y nos pondrá en mala condición. El diablo y su ejército nos harían creer que la carrera no es importante. Muchos creyentes han dejado la carrera por la sutileza de los subordinados de Satanás (los hombres que no predican un mensaje vencedor) y nos engañarían para que vendiéramos nuestra primogenitura por un poco de potaje.
Así, hallamos que hay aquellos que corren la carrera; hay otros que principian de la carrera, pero la dejan después de un tiempo; y otros que no corren, ni siquiera. Hay una nota de atención en esta Escritura a los hermanos (santos) que corren. Pablo dice, “corred de tal manera que lo obtengáis.”

Él no preguntó si el corredor estaba corriendo, sino le amonestó a correr según las leyes espirituales. La cuestión no es si estamos corriendo, sino cómo estamos corriendo.

En los próximos versículos hallamos algunas leyes para correr;
  • Sed templados en todas las cosas. (Versión Moderna)
  • Corred como a cosa cierta.
  • Saber por qué corremos.
  • Reconocer a nuestros enemigos verdaderos.
  • Guardar nuestro cuerpo en sujeción a Cristo.

Todas estas leyes se encuentran en las epístolas del Apóstol Pablo. También hallamos en ellas el estímulo para correr. Alcanzar a Cristo como Esposo es la más grande ganancia posible para los creyentes. Cualquier otra cosa sería un gran chasco al corazón iluminado. Entonces, como Pablo, dejamos a un lado todas las cosas malas o buenas que nos impidan a correr. El propósito de Pablo fue ganar a Cristo. Corramos la carrera propuesta delante de nosotros; “…puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe.” Hebreos 12:2

(Tomado de la revista HERMANOS -BOX 181- PHARR, TEXAS - 1964)

sábado, 1 de diciembre de 2012

Diciembre, 2012

Puede bajar la revista en formato pdf. Ofrecemos tres diseños ahora (desde el 2013); eLector, Original e Individual.

Original: con éste diseño usted puede imprimir la revista en la forma original. Mayormente son 4 hojas tamaño carta impreso de ambos lados con la tapa impreso en colores.

Individual: esto es la forma mas práctica y mas económica si desea imprimir. Cada artículo cabe en una hoja tamaño carta doble carilla (con algunas excepciones). No requiere doblar ni engrapar.


La Parábola Del Hijo Pródigo - Parte 3


por Virgilio Crook

El camino que lleva lejos del Padre

(1) El primer paso, él quiso lo que fue de él ahora mismo.
“y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.” Lucas 15:12

Otra versión dice: “El menor le dijo: 'Padre, dame mi parte de la propiedad ahora.' Así es que el hombre dividió su propiedad entre sus dos hijos.”

Ahora - El pensamiento aquí es que el momento presente es más importante que más tarde, que el futuro o sea la eternidad. La persona sin visión espiritual sólo ve el momento. Satanás ofreció a Jesús todos los reinos presentes de este siglo, Jesús miró más allá a la eternidad y el trono que su Padre ya le entregó. Así es la caída de muchos hijo de Dios, contemplan sólo el momento en que viven.

Verso 12. “Él les repartió sus bienes.” El padre le dio lo que fue de él. La actitud del hijo pródigo nos hace recordar de las palabras del hombre en Lucas 12:13. “Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia.” Es de la naturaleza humana preocuparnos excesivamente con conseguir lo que es nuestro, lo que merecemos, lo que es nuestra parte justa de los placeres y los bienes naturales. La prioridad del hombre es ahora. La prioridad de Dios es la eternidad.

Jesús pone las cosas en su debido lugar y nos enseña la verdadera prioridad del hijo de Dios en Mateo 6:25 al 33 “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” Lo primero y principal para el hijo de Dios son las cosas eternas, o como Jesús lo dice aquí, el reino de Dios. Si hacemos así, Dios hará su parte, añadiendo todas las cosas necesarias para esta vida.

Jesús recalcó esta verdad también en la parábola del sembrador en Lucas 8:14. “La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.” La enseñanza es clara, la eficacia del poder de la Palabra es ahogada por la preocupación del “ahora.” Los afanes, las riquezas y los placeres de la vida oscurecen la visión y sólo ve el momento, no la eternidad. A veces el hijo de Dios es influenciado por la actitud y ambiente del mundo, aún sin querer. Esa actitud y ambiente está descrito por Pablo en 2a Timoteo 3:4. “...traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios.” El hombre y aún el creyente carnal quieren gozar la vida presente, sin pensar, ni en Dios, ni en el futuro. El hijo pródigo no pensó en el resultado futuro de su deseo y pedido. “Dame lo que me corresponde ahora.”

Ciertamente esa actitud es normal y esperada en los impíos, aquellos que no conocen al Señor. Esa fue nuestra actitud antes de conocer a Jesús como nuestro Salvador, pero según lo que Pablo escribió a Tito en Tito 3:3, ha habido un cambio para el hijo de Dios. “Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros.” Así fue, pero, gracias a Dios ha habido un cambio y tenemos una visión, no del presente, sino del futuro y podemos hacer la misma decisión de Moisés en Hebreos 11:25. “Escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado.” Lo mejor que podemos decir acerca de gozar los deleites del pecado es que son temporales. Más adelante vemos esto en la parábola del hijo pródigo. Su goce de los bienes que le correspondían fue muy corto.

El apóstol Juan nos exhorta a no amar al mundo en 1a Juan 2:15 al 17. “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” El mundo presente nos ofrece tantas cosas, pero nada que satisface, nada eterno. Cuán importante es para el hijo de Dios prestar atención y poner en práctica la amonestación de Pablo en Romanas 12:2. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”

En vez de preocuparnos por los bienes que nos corresponden ahora, debemos rendirnos a la transformación de Dios en muestras vidas. Lo importante no es lo que alcanzamos exteriormente en esta vida, sino la obra de Dios interiormente, transformándonos a la imagen de Cristo.
Dios, como Padre, es dador generoso. Pero las bendiciones verdaderas que él da, son nuestras sólo a la medida que aceptamos sus términos de dadiva. Pablo declara la bondad de Dios en Hechos 17:25. “Ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.” Dios da a todos vida, aliento y todas las cosas. En una manera muy especial, Dios da a sus hijos, como Pablo declara en Romanos 8:32. “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” Pablo da otra amonestación importante para poner las cosas en la perspectiva correcta en 1a Timoteo 6:17. “ A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.” Hay muchos creyentes que hacen como hizo el hijo pródigo, pone su esperanza en las riquezas de este mundo, en vez de las riquezas eternas.

“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.” 2a Peter 1:3, 4 Él nos da todas las cosas, algunas para que las disfrutemos ahora, pero la mayoría para ser disfrutadas más tarde en el cielo para toda la eternidad. 

Doctrinas Esenciales De La Biblia - Parte 12


por Douglas Crook

La Lucha:
Gálatas 5:17
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.”

Pablo experimentaba personalmente dentro de sí esta batalla entre la vieja y la nueva creaciones. En Romanos 7 Pablo usa términos diferentes para referir a las dos naturalezas, pero refiere a las mismas verdades representadas por los términos la “carne” y el “Espíritu.” En Romanos 7 él usa las palabras “ley” y “mente” y “hombre interior” junto con la palabra “carne” para describir las dos naturalezas. Lea Romanos 7:14 - 25 y note la lucha entre las dos influencias diferentes en el corazón de Pablo y cómo esa lucha fue manifestada tan temprano en su vida cristiana, cuando fue recién renacido.

El creyente en Cristo Jesús tiene una lucha que enfurece dentro de sí. El incrédulo no tiene esta batalla. Esto no quiere decir que el incrédulo no experimenta batallas interiores sobre las decisiones que hace. Me gusta la aclaración en un comentario que leí.

“Cuando decimos que no hay ninguna batalla en el corazón de la persona no salvada, nos referimos a la batalla entre la vieja naturaleza y la nueva naturaleza. Esto no significa que la persona no salvada no tiene ningunas batallas entre lo bueno y lo malo. En primer lugar, la persona no salvada tiene una conciencia que le condena si él hace algo que él sabe que es malo. Esta clase de batalla interior realmente existe en el incrédulo.

También hay ciertas restricciones puestas sobre la persona no salvada. Él puede querer hacer ciertas cosas, pero sus padres pueden tener otras ideas. Él puede querer manejar su coche rápidamente en la carretera, pero por temer a la policía y a las multas no lo hace. Él puede querer entrenarse para las Olimpiadas por motivos egocéntricos (fama, aclamación, etc.) pero le falta la autodisciplina que es necesaria para lograr tal meta. Él puede querer bajar de peso por motivos egoístas (para atraer al sexo opuesto, etc.), pero debe luchar con sus deseos de comer más de lo debido. Entonces los incrédulos pueden tener toda clase de batallas, pero una cosa que ellos no tienen es la batalla entre la vieja y la nueva naturaleza.”

La naturaleza de la carne, que es la única naturaleza que el incrédulo posee, nunca puede hacer la voluntad de Dios y nunca puede complacer a Dios. (Romanos 8:8) Sin embargo, el creyente posee dos naturalezas contrarias entre sí. Muchos cristianos nuevos, como el Apóstol Pablo temprano en su vida cristiano, llega a ser desanimados por esta batalla interior. Como un cristiano agradecido por su salvación ellos quieren complacer a su Señor y Salvador haciendo lo que es correcto en Sus ojos, pero muchas veces parece que ellos salen haciendo las cosas que ellos saben que no son agradables al Señor.

Muchos creyentes siguen pecando así como hacían antes de ser salvos y su pecado les entristece, pero parece que no saben cómo parar. Parece que la vieja naturaleza siempre gana sobre la nueva.

Descripción:
El primer paso en aprender cómo vencer su carne pecaminosa es aprender a distinguir la diferencia entre las tendencias de la vieja naturaleza y las tendencias de la nueva naturaleza.

1a Corintios 11:31
“Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados”
Vamos a considerar cómo la Biblia describe las características o las tendencias de cada una de estas dos naturalezas de modo que podamos identificar los pensamientos y acciones que son carnales y aquellos que son espirituales.

Carne:
Al considerar varias descripciones de la vieja naturaleza se hará claro que todos sus tendencias son egoístas. La carne, la vieja naturaleza siempre piensa en “yo.”

Leeremos de algunas manifestaciones muy feas y viles de la carne, pero la carne también puede presentarse de algunos modos muy nobles y religiosos. Sin embargo, aun en estas manifestaciones refinadas de la carne se revela la arrogancia y el egoísmo.

Gálatas 5:19-21
“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, (luchas que resultan por ambiciones egoístas) disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.”

Romanos 7:18
“Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, (la vieja naturaleza) no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.”

En varias partes de sus escritos, Pablo describe la carne como corrupta, engañosa e incapaz de agradar a Dios y de entender la voluntad de Dios. Cualquier actitud, accion, actividad o asociación que complace sus deseos egoístas y que es contra la revelación clara de la voluntad de Dios es de la carne pecaminosa.

Espíritu:
La nueva naturaleza siempre se manifestará como abnegada y generosa. La nueva naturaleza siempre obedece la voluntad de Dios y busca el bienestar de otros.

Efesios 4:24
“Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.”

1 Juan 3:9
“Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.”

Juan se refiere a la nueva naturaleza como la semilla de Dios. Es aquella nueva naturaleza en el creyente que no puede pecar y cuando el hijo de Dios se rinde a esta naturaleza, el hijo de Dios no peca.

Gálatas 5:22-23
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.”

Dos errores extremos acerca de las dos naturalezas del creyente:

1) El error de la PERFECCIÓN LIBRE DE PECADO. Esto es la doctrina falsa que unos enseñan que el creyente ya no posee una naturaleza pecaminosa y por consiguiente, ya no puede pecar. Algunos creen que la naturaleza de pecado ha sido completamente erradicada del creyente. Según estos maestros falsos si el creyente peca después de ser salvo, nunca fue realmente salvado o, por lo menos, pierde su salvación. La Biblia no enseña la perfección libre de pecado en esta vida. El creyente siempre poseerá la habilidad y la tendencia de pecar en esta vida.

2) El error de la IMPERFECCIÓN PECAMINOSA. Este es un error más común entre cristianos. Muchos creyentes piensan que somos destinados para pecar un poco cada día porque somos pecadores con una naturaleza pecaminosa y es imposible evitar pecar. La Biblia no enseña la imperfección pecaminosa.

La Biblia enseña que porque somos una nueva creación en Cristo, con una nueva naturaleza, se nos ha dado todo lo que necesitamos para vivir una vida libre del dominio de nuestra naturaleza pecaminosa. La provisión es suficiente para darnos la victoria sobre la tentación de pecar en cada caso. Si el cristiano peca, no es porque era inevitable, sino era porque no aprovechó de la victoria que Dios ha provisto. La realidad de nuestra experiencia es que de vez en cuando todos nosotros fallamos en juzgar nuestra carne y en rendirnos al Cristo dentro de nosotros, pero no es inevitable que fallemos.

El pecado en la vida del creyente no altera su relación con Dios. Es para siempre Su hijo. El pecado en la vida de un cristiano, sin embargo, impide su comunión con su Padre. El cristiano carnal no disfruta de la plenitud de los beneficios de ser el hijo de Dios en esta vida cuando escoge vivir en el pecado. En la eternidad, el creyente carnal sufrirá la pérdida de recompensa. (1a Corintios 3:12 - 15)

Cuando fallamos en andar en el Espíritu hay remedio por medio del arrepentimiento que lleva a la restauración de la comunión. No tenemos que desesperarnos cuando nos encontramos caídos en la trampa del pecado porque seguimos la codicia de nuestra carne. Nosotros sólo tenemos que arrepentirnos y volver a la obediencia. Consideraremos más profundamente las verdades del arrepentimiento y la restauración en otra lección.

Ahora, vamos a mirar brevemente lo que la Biblia enseña acerca de cómo podemos elegir ser dominados por la nueva naturaleza y ser un cristiano espiritual en vez de ser dominados por la carne ser un cristiano carnal.

La Victoria:
Considerarse:
Romanos 6:6-12
“Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos (estímate tal como Dios te estima) muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias.”

Consideraos en el griego significa: “estímate tal como Dios te estima.” Diga lo que Dios dice acerca de usted y del pecado. Deje de hacer excusas por su pecado y su carnalidad. Entienda que Cristo murió y resucitó de los muertos y que le ha dado una nueva vida y una nueva naturaleza que no puede hacer nada más que la voluntad de Dios. Antes de ser salvo, fue inevitable que usted pecara, pero ahora no. Ahora posee la vida de Cristo y la habilidad de obedecer la voluntad de Dios.

Muchos creyentes carnales se convencen a sí mismos que no pueden cambiar su manera pecaminosa de vivir. No se estiman a sí mismos como Dios les estima como una nueva criatura en Cristo. Necesitan empezar a estar de acuerdo con Dios que dice que son muertos al pecado y su dominio y vivos a la justicia de Dios.

Presentaos vosotros mismos a Dios:
Romanos 6:12-13
No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.”

La palabra "presentaros" significa rendirse. Si usted quiere ser un creyente espiritual es cuestión de querer rendir su voluntad a la voluntad de Dios.

Obedecer:
Romanos 6:16
“¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?”

Por el hecho de que usted es hijo de Dios, el pecado ya no tiene la autoridad para dominar su vida. Una vez que usted aprende lo que es la voluntad de Dios y usted rinde su voluntad a la voluntad de Dios, entonces usted puede simplemente elegir obedecer la voluntad de Dios. Como un hijo de Dios con Su naturaleza divina dentro suyo, usted tiene el poder para elegir lo bueno.

Vestirse:
Efesios 4:20-32
“Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.”

La habilidad de elegir la obediencia a la voluntad de Dios es tan simple ejecutar, como la habilidad de elegir con cuál rompa nos vamos a vestir al levantarnos cada mañana. Usted puede decidir poner la ropa vieja, andrajosa, maloliente de la carne que es la conducta pecaminosa de la carne o usted puede elegir a ponerse las conductas nuevas y atractivas de la nueva creación. Usted puede decidir mentir o usted puede elegir hablar la verdad. Usted puede decidir hacer su propia voluntad o la voluntad de Dios. Realmente es muy simple para el creyente vivir la vida piadosa para el creyente.


La definición de naturaleza
El hombre consiste de tres partes, cuerpo, alma y espíritu. La vieja naturaleza del hombre no es una cuarta parte del hombre y la nueva naturaleza no es la quinta parte del creyente. Más bien, la naturaleza del hombre es la energía, poder, principio o ley que gobierna e influye los pensamientos del individuo, sus actitudes y acciones. Determina las tendencias inherentes que dirigen la conducta del individuo y que dictan la actividad del cuerpo, alma y espíritu del hombre. (esta definición se relaciona con el dibujo en la siguiente página)