El Glorioso Evangelio, Vol. 94, N’º. 3
por Virgilio Crook
Lección Tres - Verso Uno
CAPACIDAD
Uno puede amar al animal y tener mucha voluntad de cuidarlo, pero si no tiene capacidad no le valdrá tanto su actitud. En lo natural, ser pastor de ovejas requiere cierta capacidad, porque debe enfrentarse con bestias voraces, como fue el caso de David. A veces debe levantar sobre sus hombros o llevar en brazos a su oveja. Jacob cuenta su experiencia como otro del oficio pastoril, él nos habla de las penurias y aflicciones que soportaba andando con el rebaño: “Estos veinte años he estado contigo; tus ovejas y tus cabras nunca abortaron, ni yo comí carnero de tus ovejas. Nunca te traje lo arrebatado por las fieras: yo pagaba el daño; lo hurtado así de día como de noche, a mí me lo cobrabas. De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño huía de mis ojos. Así he estado veinte años en tu casa; catorce años te serví por tus dos hijas, y seis años por tu ganado, y has cambiado mi salario diez veces.” Génesis 31.38 al 41 Estas son sus palabras a Labán. Nos damos cuenta que no es tarea fácil cuidar un rebaño de ovejas. Nuestro Pastor, Jesucristo, es fuerte y capaz, así lo leemos en Juan 10.28; “y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.” Estamos en las manos de Jesús, nuestra vida está escondida o guardada en sus manos, eternamente asegurada. Las manos de Jesús están en las manos del Padre y eso implica para nosotros doble seguridad. Tanto las manos como los brazos del Omnipotente no se cansan, pues, son brazos eternos. “El eterno Dios es tu refugio y acá abajo los brazos eternos.” Deuteronomio 22.27 En la vida sobre la tierra, estos brazos eternos nos sostienen; ninguna fuerza ha podido soltar estos brazos; ninguna tribulación ha podido cansarlos como para soltarnos. ¡Gloria al Señor Jesús! El es apto para ser el Buen y Gran Pastor porque tiene fuerza, capacidad y la correcta actitud; El puede y quiere cuidar de las ovejas y lo hace con cariño y ternura divina. “Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas.” Isaías 40.11 Como seres humanos necesitamos repetidas veces el consuelo del Altísimo, nadie es tan crecido espiritualmente que no precisa la ternura del Pastor. David tenía razón para sentirse orgulloso de su pastor y señalarle como superior a todos los demás, él dijo: “de todos los pastores que hay, Jehová es el mejor.” En tantas ocasiones experimentó su consuelo, buscó su ternura, andando de cueva en cueva, perseguido, gustó la benignidad del Señor. Después en el trono siguió buscando de Dios su consolación. Nosotros también, después de planes frustrados, fracasos y enfermedades, necesitamos consuelo y lo hallamos en Jesús. Hay personas que se creen muy fuertes, piensan que no necesitan ser consoladas, pero todos, llegado el momento, lo necesitamos. Pedro era un hombre fuerte, rústico, duro, sin embargo necesitó la ternura del Señor para ser restaurado a la comunión, después que fracasó. Jesús, hablando a sus discípulos les dijo que hay otro pastor que anda con las ovejas por salario y no por amor. No es el dueño de las ovejas, sino un empleado que cuida por sueldo. En Zacarías 11.15 leemos de un falso pastor. “Y me dijo Jehová: Toma aún los aperos de un pastor insensato.” Este versículo señala al anticristo, la bestia y el juicio que caerá sobre ambos. Satanás también es un pastor pero un malo, insensato, un amo cruel. En lugar de alimentar las ovejas, las oprime. El equipo completo del pastor es: zurrón o saco pastoril, la vara, y el cayado. En el zurrón lleva víveres; la vara es para defender las ovejas y también para castigarlas; el cayado es para levantar a las caídas o traer a la extraviada. El cayado habla de ternura, libertad y seguridad. El pastor insensato no lleva el cayado, sino solamente la vara para azotar. Tenemos mucho para agradecer al Señor porque él es nuestro Pastor, siempre nos acompaña. El apóstol Pablo dijo: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” David expresó lo mismo: “Esto sé, que Dios está por mí.” Nos hacen pensar estos versículos, Dios está con y por nosotros. En el Antiguo Testamento vemos a Dios por nosotros; en los cuatro evangelios leemos que Dios está con nosotros; las epístolas enseñan que por la redención, Dios vive en nosotros. Si Dios es por nosotros, con nosotros y en nosotros, ¿Qué más podemos pedir? Nada, absolutamente nada, tenemos todo.
Hemos notado la capacidad de Jesús como Pastor; pero vea lo que dijo David: “Jehová es mi pastor.” El dijo: “yo pertenezco a Jehová, él es mi Pastor personalmente.” David no generaliza, hablando en plural, “nuestro pastor,” sino como algo suyo solo y personal, dice: “mi pastor,” recalcando su relación personal con Jehová. No sería de tanto provecho reconocer las aptitudes de Jesús como buen Pastor, sus méritos como Sacerdote, su suficiencia como Salvador del mundo sin reconocer y apropiarse de eso en forma personal y decir: “Jesús es mi Salvador.” En todos los ámbitos de su vida, David tuvo una experiencia personal, aunque él vivió bajo la dispensación de la ley; pero tuvo una fe personal. Vea el Salmo 18.1, 2 Dios trata con el hombre individualmente; leemos en su Palabra la manera de Salvación: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa.” Hechos 16.31 “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” Romanos 10.9 Dios quiere que tengamos una fe personal. En lo natural, el pastor suele marcar su oveja, le pone una marca especial para identificarla. Nosotros pertenecemos en tres maneras al Señor Jesucristo:
a. Por la creación: El nos creó.
b. Por la redención: El nos compró con su preciosa sangre.
c. Por ser su esposa (por provisión), si nos preparamos para reinar con él.
En la antigüedad Dios había dado instrucciones a su pueblo Israel tocante al esclavo, quien después de cumplir cierto tiempo debía ir libre; pero si el esclavo no quería separarse de su familia, sino deseaba quedarse en la casa de su amo, debía acercarse al poste y permitir que su amo horade su oreja con lesna. Así que la oreja horadada es señal de la esclavitud perpetua. Estas instrucciones leemos en Exodo 21.5, 6. “Y si el siervo dijere: Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos, no saldré libre; entonces su amo lo llevará ante los jueces, y le hará estar junto a la puerta o al poste; y su amo le horadará la oreja con lesna, y será su siervo para siempre.” El creyente quiere gozar de la verdad, misericordia, fidelidad, riquezas y gloria del Señor, pero no quiere saber nada de orejas perforadas. Si realmente ama al Señor, es necesario acercarse al poste y permitir a Jesús que ponga la marca suya en la oreja, que ponga la señal de propiedad. No somos de nosotros mismos, pertenecemos a otro, es a saber, a Jesús, El nos compró y es dueño de nuestras vidas. “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios...Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres.” 1ª Corintios 6.19,20; y 7.23 El precio que pagó es muy alto, fue la preciosa sangre de Jesús. Nuestra redención le costó al Señor bajar de la gloria, dejar su ambiente celestial y venir a este mundo corrupto, un ambiente contrario a su naturaleza santa. Somos de Aquel que nos compró; él quiere horadar nuestra oreja de modo que cuando los demás nos observen sepan de quién somos, a quién pertenecemos. En la medida que rendimos nuestra voluntad a la suya, el mundo verá quién es nuestro Señor en la vida práctica, y los demás podrán reconocer a nuestro dueño. Hay creyentes que en sus vidas no manifiestan nada del Señor, no se sabe a quién pertenecen, porque no han permitido que el Amo celestial perfore sus orejas. Su voluntad no está rendida a la del Señor.