El Glorioso Evangelio, Vol. 94, N’o. 6
• Inmutabilidad •
por Douglas L. Crook
En esta lección queremos meditar sobre la verdad que nuestro Dios es eterno e inmutable. Para nuestra mente finita es tan difícil captar el hecho de que Dios no tiene comienzo ni fin. Siempre era y siempre será. Además, no tuvo que desarrollarse para llegar a su estado presente y no se envejece y no se debilita. No cambia. Es difícil comprender esto porque nosotros, los hombres, cambiamos constantemente de día en día. Desde nuestra niñez hasta la flor de la vida, llegamos a ser más fuertes, más sabios y más maduros con cada día que pasa. Después, empezamos a tener menos agilidad y fuerza y llegamos a ser menos de lo que éramos en nuestra juventud. Así es la experiencia del hombre, pero no de Dios. Además, tenemos que cambiar nuestros planes e ideas conforme a las circunstancias que se presentan cada día. Una vez más, digo, no es así con Dios que es eterno, inmutable e incambiable.
“Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.” Éxodo 3.13 y 14 Moisés sabía que los israelitas iban a demandar de él prueba que este Dios podía cumplir sus promesas, pase lo que pase, si le iban a seguir. Por eso Moisés le preguntó su nombre. Por la revelación de su nombre, Dios dio la seguridad más grande que fue posible dar. La frase traducida, “Yo Soy” es el verbo hebreo que significa una existencia activa. Es la palabra raíz del nombre, “Jehová” que significa, “El que existe en y por sí mismo” No necesita ninguna fuente exterior para recibir o mantener su vida o para hacer lo que quiere. ¡Qué diferente es este Dios de todos los ídolos de las otras naciones que son formados y creados por las manos del hombre y que tienen que ser llevados de un lugar a otro! ¡Qué diferente aun de Faraón que, aunque fue poderoso, nació de una mujer y que ya ha muerto! Moisés anunció a los israelitas que el Dios que iba a librarles es el Dios que siempre era, es y será. El es el Dios Eterno, el Dios vivo y sus actividades no son impedidas por tiempo ni circunstancias. ¡Gloria sea a su nombre! El Dios de Israel es nuestro Dios.
En el Salmo 102.25 al 27 tenemos una comparación para ayudarnos a comprender la inmutabilidad de Dios. “Desde el principio tú fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permanecerás; y todos ellos como una vestidura se envejecerán; como un vestido los mudarás, y serán mudados; Pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán.” Para el hombre no hay nada más durable que la tierra y el sol. Generación tras generación de hombres vienen y van, pero la tierra y el sol siguen existiendo como siempre. Nosotros podemos entender este hecho porque es parte de nuestra experiencia, pero por fe podemos entender que Dios es aun más durable que estas cosas. El existía antes de estas cosas y existirá después de estas cosas. En comparación con la inmutabilidad de Dios, la tierra y los cielos, que a nosotros parecen ser tan durables, son como una ropa que tiene su tiempo de utilidad, pero que rápidamente se envejece y tiene que ser desechada.
Es cierto que Dios ha tratado con el hombre en varias maneras en distintas etapas de su historia. Se ha revelado a sí mismo al hombre en grados progresivos, usando varios instrumentos y maneras. A veces ha tratado con el hombre en juicio y otras veces ha tratado con bendición según el corazón del hombre. Pero sus atributos, carácter y propósitos han quedado inmutables. “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” Santiago 1.17 No es inconstante como el hombre. La idolatría es uno de los pecados más grande del hombre porque cada ídolo lleva la imagen de algo corruptible o cambiable. “Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.” Romanos 1.22, 23 Dios prohibió el uso de imágenes en la adoración de sí mismo. ¿Qué imagen hay que podría representar al Dios eterno, el Dios inmutable?
Sabiendo que Dios es eterno e inmutable, y que nuestra vida es tan pasajera, debemos postrarnos delante de él y someternos a su voluntad. Tenemos advertencia en Hebreos 12.25 al 29 de no desechar al que habla de los cielos porque su voz conmoverá todo lo que es movible dejando solamente lo inconmovible de su reino eterno. Ha hablado de los cielos por medio del evangelio de Jesucristo para revelarnos su voluntad. Es su voluntad que todos sean salvos por fe en Jesús y que vengan al conocimiento de la verdad. De sus hijos busca una adoración pura del corazón y un servicio ardiente de amor. Es tontería procurar resistir la voluntad del que vive y reina para siempre. Es como uno que procura vaciar el mar con una caja de cartón. Lo más que lucha contra el mar, lo más inútil llega a ser el cartón hasta que sea destruido. Al fin y al cabo, el mar no es afectado y queda sin cambio. Ríndase a la voluntad del Dios eterno primero por aceptar a Jesús como su Salvador personal y será parte de su reino inconmovible porque recibirá vida eterna. “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna. Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.” 1ª Timoteo 1.15 al 17 Cuando el Eterno declara que usted tiene vida eterna por fe en su Hijo, puede saber que esa vida es tan eterna como él mismo. Esa vida proviene de Dios. Es una dádiva de su gracia y se recibe por fe. ¡Qué glorioso es someterse a su voluntad y ser participante de la naturaleza divina! ¡Qué ignorante y fútil resistir al Inmutable!
Los que han recibido la vida eterna deben mostrar su gratitud por medio de un fiel servicio de amor. “Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato, que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo, la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.” 1ª Timoteo 6.13 al 16 Esta vida pronto pasará, solamente lo que se hace para Cristo durará. Busque las cosas de arriba, las cosas eternas. Busque y obedezca la voluntad de Dios como se revela en la Biblia. Es la única manera de vivir que tiene recompensa eterna. Es una vida llena de paz y gozo. No malgaste su vida por luchar contra la voluntad de Dios. Dios ha propuesto bendición solamente en la obediencia a su voluntad, y no va a cambiarle por su obstinación y rebelión. El es el Eterno, el Inmutable, el Incambiable.
La verdad de la inmutabilidad de Dios es de mucho consuelo al creyente que aprende a andar por fe. “El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos...” Deuteronomio 33.27 Cuando una pequeña criatura se asusta por algún peligro, no busca a otra criatura para que le ayude, sino corre a alguien mayor que no estará afectado por el peligro. Yo recuerdo cuando mi hijita, Rosita, era muy chica. Estábamos en un super mercado. Rosita caminaba confiadamente adelante y no quería andar mano a mano conmigo. De repente dobló en una esquina y chocó con un hombre grande. Se asustó tanto que dio la vuelta y corrió gritando, “Papá, Papá.” Al encontrarme, saltó en mis brazos e inmediatamente se tranquilizó. Su confianza en sí cambio en miedo al enfrentar un peligro, sabiendo que aquel hombre podía dañarle, pero estando en mis brazos se tranquilizó porque estaba convencida que el hombre no podía dañarme a mí. No me asustó el hombre. No fui yo afectado por su presencia. Así es con nuestro Padre Celestial. Sus brazos de protección son eternos. Son fuertes y durables. Sus brazos han alzado a su pueblo desde el principio hasta ahora, en cada clase de peligro, y nunca han fallado en protegerlo o en hacerlo prosperar. La próxima vez que tiene miedo de algo o alguien, recuerde que lo que teme es temporal, pero el que le protege de todo daño verdadero es eterno. Corra a su Papá y tranquilícese. Estará seguro en sus brazos eternos porque su poder y fidelidad quedan inmutables por las cosas que nos asustan a nosotros.
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