El Glorioso Evangelio, Vol. 94, N’o. 10
por David Franklin
Lección Diez - Capítulo 5.5 al 31
El momento había venido para ejecutar el juicio contra Babilonia por sus intemperancias. Este juicio había sido profetizado por mucho tiempo ya, y sólo por la longanimidad del Señor no se apuró en destruir a los pecadores, pero por causa del descuido y olvido de los Babilonios tocante al poder y la palabra del Señor, no hicieron caso a las advertencias que él dio tan bondadosamente. Ahora, no hubo más tiempo.
En medio de la jarana del rey, al apogeo de la burla que él hizo de Jehová, “aparecieron los dedos de una mano de hombre, que escribía delante del candelero sobre lo encalado de la pared del palacio real,” de Belsasar.” Daniel 5.5 Se dice del rey, quien fue tan audaz y fuerte en su alabanza de los dioses falsos, tan valiente en su uso de los vasos de Dios para la idolatría, que “y sus rodillas daban la una contra la otra.” (verso 6) Así es siempre. Aquellos que se hacen de sí mismos fuertes en rebelión contra Dios se revelan como débiles al fin. No sea engañado por la aparente fuerza de Babilonia la grande. Cuando llegue el tiempo de juicio, ningún poder podrá resistir su propósito. No requiere la mano abierta de juicio y poder para realizar esto, sino sólo la parte de la mano que escribe, sólo su Palabra.
Daniel había llegado a ser un extraño en el palacio donde Nabucodonosor le había levantado a tal lugar alto. El le apartó a sí mismo del espíritu Babilonio de idolatría opulenta mientras estaba en la escuela de los magos, muchos años antes. Con la muerte de Nabucodonosor, parece que el viejo espíritu pagano del imperio se reafirmó a sí mismo. Como no era dispuesto a participar de las supersticiones religiosas de Babilonia y sus abusos carnales, Daniel se encontró a sí mismo fuera del círculo favorecido. Cuando la gente desciende al pequeñez espiritual, no están dispuestos a encontrar lugar para los grandes espirituales como Daniel. Algunos hoy día cuestionan la doctrina sana, diciendo que si fuera buena y veraz, obtendría una audiencia mejor. Que tales lean 2ª Timoteo 4.3, “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina.”
En su terror, Belsasar llamó a los expertos del palacio, educados en la superstición, los hombres “sabios.” A diferencia de Nabucodonosor, quien había reinado con autoridad y poder, el débil Belsasar buscó comprar alivio para su temor; pues ofreció el puesto de ser, “tercer señor en el reino,” (verso 7) a aquel que interpretaría la escritura. (Aunque Nabucodonosor está llamado su padre en los versos 11 y 18, Belsasar era realmente el nieto de Nabucodonosor. No es un error, sino está de acuerdo con el uso de la Escritura. Belsasar reinó como regente junto con su padre, como el segundo señor en el reino; así el lugar de tercer señor fue la recompensa más grande que él pudo dar.)
Verdaderamente esta oferta fue según el espíritu de Babilonia. La madre de rameras es, más allá de todas las cosas, un comerciante con quien nada es sagrado. Ella cree que un precio monetario se puede fijar en todas las cosas. Babilonia, con todos sus gobernantes y siervos, no sabe nada de recibir gratuitamente por gracia, ni de un Dios cuya sabiduría y bendiciones no pueden ser compradas. Compare con Hechos 8. 9 al 23.
Si Daniel había llegado a ser un extraño a los corredores de poder Babilonio, no fue olvidado por completo. Cuando todos los sabios necios de Babilonia fracasaron en intento para interpretar lo que la mano de Dios escribió, la reina vino al banquete. Ella hizo recordar a Belsasar que hubo un hombre entre los muros de Babilonia en quien fue hallado un espíritu excelente, uno que tenía entendimiento, y quien con certeza pudo mostrar la interpretación de lo escrito. Este hombre, por supuesto era Daniel.
Hemos visto que Daniel es una figura de los piadosos judíos viviendo bajo un sistema gentil de gobierno mundial. Note el hecho que cuando el tiempo venga para que Dios juzgue a Babilonia, la gran ramera e iglesia que han crecidas bajo la mano de los gentiles, serán los judíos que alzarán voces santas para proclamar el juicio de Dios sobre ella y sobre los que se juntan con ella. Lea Apocalipsis once.
En el sistema Babilonio, donde se supone que todos los hombres pueden ser desviados de la verdad por un precio, es sólo “lógico” que los hombres de igual manera hablarán la verdad sólo por un honorario apropiado. Se dice que cuando se hizo un intento para sobornar a Martín Lutero para que pusiese a un lado la verdad, el hombre que hizo el intento fue maravillado porque Lutero no amó el dinero. Daniel no era de Babilonia y como Lutero no amó el dinero. “Tus dones sean para ti, y da tus recompensas a otros. Leeré la escritura al rey, y le daré la interpretación.” (verso 17) Mire las escrituras; observe la religión; ¿es la verdad declarada más claramente donde el mensajero no hace caso de la ganancia, o donde el evangelio (o algo llamado evangelio) está comercializado?
En Juan 10.12, 13, Jesús describe el carácter del asalariado religioso, diciendo como el tal no tiene cuidado por la grey del Señor, y se huye cuando angustia o peligro amenaza. Por causa que el interés propio es su único motivo, el bienestar de otros no le interesa para nada. Escuché el relato de un asalariado de cierta denominación a quien fue ofrecido el púlpito de una congregación más grande, con un salario más grande. El hizo una reunión de la junta directiva de la congregación donde estaba sirviendo supuestamente, y dijo que aunque no quiso salir, lo haría si ellos no igualaron a la oferta que él recibió. Ellos la igualaron, y él se quedó. ¿Se puede imaginar tener que depender de tal hombre para sus necesidades espirituales? Sin embargo muchos lo hacen, sin pensar dos veces.
Por supuesto, parte de la falta de interés de Daniel en la recompensa que le fue ofrecida fue porque lo que Belsasar le ofreció no tenía nada de valor. El reino de Babilonia estaba por caer. La cabeza de oro estaba por pasar al pecho y los brazos de plata. Cuán poco entendimiento los hombres de la religión Babilonia muestran, por fijarse en los oficios y riquezas de este mundo como premios dignos de poseer. Satanás procuró corromper el incorruptible Hijo de Dos por tales medios, ofreciéndole los reinos de la tierra; por supuesto, él fracasó en su esfuerzo aquel día.
¿Quién fue aquel que promovió a Lot a desear ser un juez en las puertas de Sodoma. ¿Fue Dios? ¿Puede ser (como muchos proclamen) que Dios es aquel quien promueve a los hombres de religión a buscar poder a través de la política hoy día? ¿Es posible que él quien mandó a su Espíritu e invistió a los hombres con poder de lo alto, instigaría ahora a su pueblo a buscar poder terrenal? No, él fija nuestros ojos en las cosas que duran, si le permitimos hacerlo; es otro que vuelve los corazones de los hombres a las cosas que no durarán. Es cierto, Dios había puesto a Daniel en un lugar de gobierno, pero Daniel nunca buscó tal lugar por sí. En verdad, hablando humanamente, Daniel estaba en Babilonia contra su voluntad. Lea Mateo 24.37 al 39. Jesús no condenó normales, limpias actividades humanes. El señaló la necedad de poner alto valor sobre asuntos temporales cuando el juicio está por caer.
Antes que Daniel pudiera leer e interpretar la sentencia que Dios había apuntado contra Belsasar y Babilonia, fue necesaria para él dar la causa justa del juicio de Dios. El presentó un mensaje de reprensión ante el rey que probó que Belsasar había gastado una vida de oportunidad espiritual. Esta declaración contiene una verdad de la cual todos, incluyendo gente salvada, harían bien en aprender.
La sustancia de lo que Daniel dijo al rey fue que los hombres son responsables, no sólo de aprovecharse de los tratos directos de Dios con ellos, sino también aprender de las experiencias espirituales de otros. Daniel enumeró cada paso mayor en el progreso de Nabucodonosor: Dios le dio un trono y grande poder; él alzó su corazón en orgullo; Dios le mandó juicio; el aceptó la autoridad del Dios más alto. El punto principal que expuso el descuido completo de Belsasar en asuntos espirituales fue lo siguiente; “Y tú, su hijo Belsasar, no has humillado tu corazón, sabiendo todo esto.” (verso 22) Belsasar no había olvidado a Daniel realmente, su enseñanza, y su Dios, sino eligió no hacer caso de ellos.
He contado diecinueve casos en Los Reyes y Crónicas, donde los reyes de Judá e Israel, fueron medidos (generalmente desfavorablemente) por la vida del rey David; fueron responsables por aprender de su vida piadosa. Martín Lutero, dándose cuenta que todas sus propias obras le dejaron un pecador, se enteró de una justicia por fe de los escritos de Pablo, a quien el Señor lo había revelado directamente. En un nivel, la Escritura es simplemente un registro de las experiencias que otros han tenido con Dios, escritas para nuestra instrucción. Lutero aceptó su responsabilidad ante Dios y aprendió lo que había sido mostrado a otros. Mirando más adelante, sabemos que Dios mantendrá “Misterio, Babilonia la grande” responsable por no hacer caso de la verdad y la justicia, como han sido reveladas a los seguidores de la verdadera piedad en la edad de la Iglesia. Belsasar fue responsable por su ignorancia espiritual porque había rehusado aprender las lecciones de su abuelo, Nabucodonosor.
Así que, somos responsables de aprender de los tratos de Dios con otros, si esos tratos están registrados en la Escritura o son parte del ambiente de familia y conocidos de todos los días. Esto elimina una excusa dada por pecador y santo: “pero el Señor nunca me dijo tal y tal cosa.” Puesto que Dios ha dicho a otros, somos responsables a hacer elecciones espirituales sobre esa base. Esta clase de sabiduría está ejercitada en asuntos de negocios, ciencia, la política, guerra, etc.; aquellos quienes hacen estas cosas sin beneficiarse de lo que otros han aprendido tienen que pagar el precio de fracaso. Uzías murió porque no aprendió lo que Dios mandó a Moisés. (2º Samuel 6.6, 7 y Números 4.15) Aunque no se haga caso de la verdad, igual es verdad revelada.
Después de esta lección, la escritura y su interpretación sólo pueden ser vistos como justos. “Enumerado, pesado, dividido.” Lea los versos 25 al 27 para ver la interpretación de Daniel, se explica a sí misma, y no necesita comentario. La tragedia no es que el trono de un imperio cayó, sino que un hombre rechazó la verdad, fue pesado contra la gloria de Dos (Romanos 3.23), y tenía que ser juzgado en justicia por sus pecados. En cuanto al reino, fue verdaderamente enumerado en su tiempo de existencia; pues aquella misma noche, la ciudad cayó al ejercito de Darío (un general peleando bajo Ciro.)
Al terminar, vale la pena notar que Daniel aceptó la cosas que Belsasar había ofrecido. Aunque él sabía mejor que cualquier otro en aquella noche cuán inútiles fueron estas cosas en la luz del juicio eminente, el también sabía que no había mal en ellas mismas. No son las posesiones y posiciones que el mundo ofrece que destruyen a los hombres espiritualmente, sino su propia necia ambición.
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