El Glorioso Evangelio, Vol. 94, N’o. 10
• Justicia •
por Douglas L. Crook
(primera parte)
“Justo es Jehová en todos sus caminos, y misericordioso en todas sus obras.” Salmos 145.17
El atributo de la justicia de Dios es muy semejante al atributo de su santidad, pero tal vez con otro énfasis. La verdad que Dios es santo recalca lo que Dios no es y lo que no tiene. Dios no es contaminado, impuro o inmundo. No tiene nada en su carácter que corrompe, degenera o destruye. Es sin pecado y apartado de ello. La verdad que Dios es justo da énfasis que su carácter es hacer siempre lo que es recto, honesto, verdadero, bueno y apropiado. En esta lección vamos a decir mucho de “su justicia”. La frase, “su justicia”, tiene dos sentidos. Primero, habla de su norma o regla establecida de lo que es apropiado y lo que no es. Ya que él es el Creador, y este universo es suyo, tiene el derecho de establecer la regla. Su justicia también habla de su fidelidad de hacer todo lo que hace conforme o según esa norma y de su fiel ejecución judicial de esa norma.
“Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” Génesis 18.25 Es preciso que entendamos que todo lo que Dios hace y permite en nuestra vida y la vida de cada ser humano es justo. Si Dios trata con bendición y misericordia o si trata en silencio o en juicio, nunca dude que lo que hace es recto, honesto, verdadero, bueno y apropiado. “...Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando fueres juzgado.” Romanos 3.4 Cuando acusamos a Dios de no hacer lo apropiado en una situación, nosotros seremos juzgados como equivocados cuando toda la evidencia se presenta. Dios es soberano y es Juez de toda la tierra. Debemos siempre justificar a Dios y honrar su justicia en todos sus hechos.
En el libro de Apocalipsis en la Biblia leemos de varios juicios horribles que Dios mandará sobre toda la humanidad. Habrá muerte, hambre, sed y toda clase de dolor. El último juicio será el lago de fuego al cual Dios mandará a todos los que han rechazado a su Hijo Jesús. Será un lugar de sufrimiento eterno. Muchos dicen que no es posible que el Dios de amor haga tales cosas. “No es bueno o apropiado,” dicen. Pero todo lo que Dios hará durante ese tiempo de tremenda tribulación será según su justicia. “Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas... También oí a otro, que desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos.” “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea.” Apocalipsis 16.4, 7; 19.11 En el capítulo 20 del mismo libro de Apocalipsis leemos del trono blanco donde Dios entregará su sentencia final al pecador. Aquel juicio no será según la crueldad de Dios, sino según las obras de cada individuo. En otras palabras, sus obras serán medidas al lado con su justicia y juzgadas apropiadamente. Dios ha revelado su voluntad o norma desde el comienzo del tiempo. Su justicia ha sido proclamada por sus siervos fieles en cada edad. El hombre ha sido avisado de las consecuencias de rebelarse contra su regla establecida. Por medio del evangelio de Jesucristo, Dios ha revelado su justicia claramente. “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá. Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.” Romanos 1.17 al 20 Juicio eterno espera a todos los que se oponen a su justicia. Los juicios horribles de Apocalipsis, porque son juicios justos, nos muestran la inmensa culpa del hombre en pisotear la gracia de Dios.
¿Si Dios es tan justo y el hombre tan culpable, cómo puede el hombre ser salvo? La respuesta es que Dios trató con nuestros pecados según su justicia. Los pecadores, Adán y su raza, fueron declarados culpables y condenados a morir. “...Sin derramamiento de sangre no se hace remisión.” Hebreos 9.22 Dios empezó inmediatamente a revelar, poco a poco, la ley de substitución. Fue manifestado que la muerte de un substituto sería aceptada para pagar la deuda del pecado contra la justicia de Dios. Este substituto tendría que ser sin pecado, justo. Este inocente tendría que derramar su sangre en lugar de los culpables. Hubo muchos tipos y sombras de este substituto en el Antiguo Testamento, pero todos señalan a Jesús, el Hijo de Dios encarnado. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” 2ª Corintios 5.21 Ninguno podrá estar delante de Dios en su propia justicia. Somos aceptos por Dios sobre la base de que Jesús hizo todo lo que la justicia de su Padre demandó. En la cruz del calvario pagó el precio de nuestros pecados según las justas demandas de Dios. Siendo un Dios de amor, quiso salvarnos, pero siendo un Dios justo, no pudo pasar por alto nuestro pecado. La provisión de su gracia satisfizo su justicia. El Justo tomó el lugar de los injustos. Por lo tanto, Dios es justo y el que justifica. (Romanos 3.21 al 28) En Cristo cumplimos y satisfacemos todo lo que Dios requiere para estar en su presencia como aceptos, como justos. Al aceptar a Jesús como nuestro Salvador, Dios nos ve en Cristo eternamente.
El glorioso evangelio ahora revela que la única manera de ser justo es por fe en Jesús. El hombre tiene que creer lo que Dios dice acerca de su Hijo. El Padre ha declarado que Jesús cumplió su voluntad y satisfizo su justicia. Ira y juicio son reservados para los que se oponen al evangelio, pero vida eterna es la herencia de los que ponen su fe en Jesús. “su fe le fue contada por justicia.” Romanos 4.22 Así, como con todos los atributos de Dios, el creyente no teme la justicia de Dios, sino está agradecido por ella. Es por su justicia que hemos recibido la provisión de justicia. “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención.” 1ª Corintios 1.30 Si no fuese por esta justificación por fe en el sacrificio del Justo, seríamos eternamente condenados y apartados de la bendita presencia de Dios. Verdaderamente, “Justo es Jehová en todos sus caminos, y misericordioso en todas sus obras.” Salmos 145.17
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