El Glorioso Evangelio, Vol. 94, N’o. 11
• Justicia •
por Douglas L. Crook
(segunda parte)
En nuestra primera lección, vimos que la Biblia declara que Dios es justo. El hecho que Dios es justo quiere decir que es su carácter hacer siempre lo que es recto, honesto, verdadero, bueno y apropiado. También vimos que su justicia habla de su norma o regla establecida de lo que es bueno y malo. Dios estableció la regla y es el Juez Justo que fielmente ejecuta la justicia. El incrédulo será condenado por esta justicia por rechazar la gracia de Dios que proveyó a su Hijo como nuestro substituto que murió por nuestros pecados. El creyente, por su fe en Jesús, es justificado y libre para siempre de la condenación de la justicia de Dios. La justicia de Jesús le cubre y Dios siempre le ve en Cristo. Esta justicia del creyente se llama, “la justicia como provisión.”
Después de ser salvo, por fe en Jesús, Dios, el Juez Justo, llega a ser nuestro amante Padre. Dios trata con sus hijos de otra manera que con los impíos. “Mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.” 1ª Corintios 11.32 En vez de tratarnos como un juez impersonal, nos trata como un Padre amante y sabio. Pero lo que tenemos que entender es que Dios, nuestro Padre, aun es justo y demanda que sus hijos anden en justicia en su vida diaria. Esta se llama, “la justicia práctica.”
“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” Tito 2.11 al 14 Dios quiere que sus hijos vivan justamente, haciendo buenas obras. La Biblia nos revela la manera de vivir que es recta y apropiada para el hijo de Dios. Tenemos instrucciones para cada parte de nuestra vida que nos enseñan cómo andar en justicia. Lea los capítulos 4 y 5 de Efesios como un ejemplo de las muchas porciones de las Escrituras que nos muestran el camino de justicia. Cuando practicamos la justicia práctica, somos gratos al Señor.
El Salmista David deseó andar en justicia porque entendió que Dios es justo y que él bendice y recompensa a los justos. “Bienaventurados los perfectos de camino, los que andan en la ley (la voluntad) de Jehová. Bienaventurados los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan; pues no hacen iniquidad los que andan en sus caminos. Tú encargaste que sean muy guardados tus mandamientos. ¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos para guardar tus estatutos! Entonces no sería yo avergonzado, cuando atendiese a todos tus mandamientos. Te alabaré con rectitud de corazón cuando aprendiere tus justos juicios. Tus estatutos guardaré; no me dejes enteramente.” Salmos 119.1 al 8 La plenitud de la bendición de Dios está reservada para sus hijos cuyas vidas están caracterizadas por hacer siempre lo que es honesto, recto, verdadero, bueno y apropiado según su Palabra. Siendo ya justificados por fe, tenemos la habilidad de andar por fe en la justicia práctica. Somos justos y Dios espera que nos conduzcamos como justos. Andar en justicia no es una opción para el creyente. Es la norma. El camino de justicia es el único camino que guía a la plenitud de la bendición, provisión, protección, recompensa y herencia de Dios.
Así como hay bendición por andar justamente, hay consecuencias por andar impropiamente. Ya hemos visto que Dios trata con los pecados de sus hijos en una manera distinta que con los pecados de los impíos. Somos declarados eternamente justos en Cristo en cuanto a la culpa y pena del pecado. Somos protegidos de la condenación e ira de Dios que mandará a los incrédulos al lago de fuego. Sin embargo, el Señor, siendo justo, juzga a su pueblo en cuanto a la justicia práctica. En Apocalipsis capítulos 1 al 4 vemos a Jesús en medio de su pueblo juzgando con justicia lo que es apropiado y lo que no es en la vida de cada uno de los suyos. Con amor y paciencia alaba lo bueno que ve, renuncia lo malo y señala el camino recto. Para los que se arrepienten hay perdón y restauración a una posición de gran bendición. Para los que siguen en su injusticia hay disciplina; la pérdida de la comunión con Dios y todos sus beneficios de protección y provisión. (1ª Corintios 11.27 al 32) ¡Qué glorioso es andar en bendición en esta vida! Aun en tiempos de prueba hay gozo porque sabemos que saldrá para bendición. Pero cuán penoso es sentir la mano castigadora de nuestro Padre, a menos que nos arrepintamos para disfrutar el fruto apacible de justicia. (Hebreos 12.11) Es preciso que nos demos cuenta de la presencia de Jesús, el Justo, en nuestro medio. ¿Le importa a usted lo que Dios llama bueno y lo que llama malo? Le importaba a Pablo. Vivía su vida para agradarle en todo. “Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” 2ª Corintios 5.9; 10 Pablo nos enseña que los beneficios por andar en justicia van más allá de esta vida y afectan nuestra recompensa en la eternidad. Así es también con las consecuencias de vivir contra la voluntad de Dios. Hay pérdida de recompensa y de la plenitud de herencia y gloria. No habrá condenación para el creyente infiel, pero habrá juicio de sus obras. Cada creyente será feliz en los cielos, pero los fieles disfrutarán mayor gloria y mayor gozo. El apóstol Pablo anheló la plenitud de Dios y fielmente sirvió al Señor en justicia, a pesar de todas las dificultades y le fue asegurada la suprema recompensa de justicia, la corona de justicia. “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.” 2ª Timoteo 4.7; 8 Sea nuestra ambición hacer siempre lo justo delante del Señor.
Quiero dejarle con un pensamiento final acerca de la justicia de Dios. Su justicia no tiene que ver con juicio no más, sino también tiene que ver con el cumplimiento de sus promesas de gracia. “Oh Jehová, oye mi oración, escucha mis ruegos; respóndeme por tu verdad, por tu justicia.” Salmo 143.1 David supo que Dios había prometido ciertas bendiciones a los que le temen, incluyendo la bendición de oraciones contestadas. También supo que Dios siempre hace lo recto, lo verdadero y lo honesto porque es justo. No es justo mentir, por lo tanto Dios no miente. Si Dios promete algo, lo cumplirá según su justicia. “...Cumpliste tu palabra, porque eres justo.” Nehemías 9.8 En 1ª Juan 1.9 leemos que recibimos perdón de nuestros pecados que impiden nuestra comunión con nuestro Padre porque él es fiel y justo para hacer lo que dijo que haría. Cada promesa de gracia que Dios nos ha dado en su Palabra él la cumplirá porque él es justo. Me regocijo que mi Dios es justo.
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