por: Fidelino Galeano
“Si opresión de pobres y perversión de derecho y de justicia vieres en la provincia, no te maravilles de ello; porque sobre el alto vigila otro más alto, y uno más alto está sobre ellos.” Eccl. 5:8
Por desgracia, por todas partes, el mundo ofrece su espectáculo de opresión e injusticia. No podemos esperar que la humanidad pueda superar esto por sí sola. Además, las Escrituras y la historia que confirma a las Escrituras, nos hacen entender que la humanidad se destruye a sí misma abandonada a su propia decisión. Pero el creyente, el hijo de Dios, está siendo llamado a obrar con justicia y manifestar clemencia y mansedumbre para con los demás. “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.” Rom. 12:17-21
Es claro que el hijo de Dios no puede permanecer indiferente a lo que ocurre en su alrededor, ni tampoco conformarse con las injusticias que percibe en su ambiente natural. En todo lo que ve y ocurre, el creyente debe de saber que el Señor, de un modo u otro retribuirá a cada uno según su obra. Sin ser indiferente, puede orar y presentar al Señor toda injusticia. Además de esto, en 1ª Tim. 2:1-2 es exhortado a orar por todos los hombres y las autoridades establecidas. Esto es la responsabilidad de cada creyente que quiere obedecer las Escrituras. “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad.”
No se trata de tomar parte en las luchas por el poder terrenal para mejorar la situación social, política o económica. El creyente debe recordar su ciudadanía celestial. “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo...” Fil. 3:20 “Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo...No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.”Jn.17:14; 16
Todo creyente en Cristo Jesús debe saber que el Evangelio no es un mensaje con fines de transformar y mejorar la sociedad humana, o en todo caso, el sistema del mundo, sino que es un mensaje de salvación para cada ser humano en particular, con el fin de cambiar y tornar su corazón hacia Dios, quien por medio del sacrificio de Jesús, le otorga una nueva vida, la vida eterna.
Es un gran error utilizar o pretender usar el Evangelio de la Gracia de Dios como arma para apoyar o defender un régimen social o político; o utilizar el Evangelio como máquina de guerra para destruir a un gobierno terrenal establecido. Tengamos bien en claro que no es éste el propósito Dios. Nuestro Señor Jesucristo jamás aceptó ser proclamado rey para ir contra el gobierno romano establecido en aquel entonces. “Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo. Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo.”Jn.6:14-15“Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos?...Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.”Jn. 18:33;36 Es un gran engaño creer que el creyente podrá lograr una justicia social involucrándose con asociaciones de este mundo y su sistema, promoviendo y comprometiendo al Evangelio como posible arma y método. Tal pensamiento o enseñanza es un grave error.
Sabemos, por las Escrituras, que en un futuro no muy lejano Jesús establecerá Su reino milenial y que reinará como Rey de reyes y Señor de señores y que cambiará el orden de todas las cosas. Pero por ahora, los hijos de Dios, somos llamados a manifestar sujeción a lo que Dios ha establecido en tanto que tengamos el privilegio de dar testimonio de la gracia y el amor de Dios en Cristo Jesús para con todos los hombres y a mostrar misericordia y compasión, orando por todos los hombres del mundo entero que sufren sin Dios y sin esperanza. “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.”1ª Tim. 2:8
Estas cosas somos llamados a practicar en favor de nuestros prójimos ante cualquier injusticia u opresión que vemos, sin involucrarnos con este mundo y su sistema tan contrario a Dios. El Señor nos de entendimiento y sabiduría para no errar nuestra meta. Vivamos en este mundo manifestando, por nuestra buena y sabia conducta, la luz del Evangelio de Cristo para salvación a todos los hombres. No podremos ayudar para cambiar al mundo o a una determinada sociedad, pero podemos ayudar a los que nos rodean para hallar a Cristo y la vida eterna ofrecida gratuitamente en él.