2 Corintios 5:7 (porque por fe andamos, no por vista);
2 Corintios 4:18 …no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
Como seres humanos, con cuerpos de carne y viviendo en este mundo, nacemos y somos criados y educados para manejarnos con nuestros sentidos. Somos enseñados a confiar en nuestros sentidos. A una criatura pequeña le enseñamos a manejarse por sus sentidos naturales. Tal vez tomamos la manito de un niño de apenas un año y le acercamos a una pava caliente. Ya de lejos el niño siente el calor y le decimos: “caliente.” No queremos que se queme y queremos enseñarle a no tocar cosas calientes porque sería para su daño. Le estamos enseñando a andar por sus cinco sentidos.
Aún una persona que nace ciego o que llega a ser ciego, tiene que aprender a andar por sus cuatro sentidos que le restan si va a ser una personal útil en este mundo. Mi abuela perdió su vista siendo ya anciana, pero ella no se quedó sentada. Aprendió a usar sus sentidos de oído, tacto, olfato y sabor. Ella cocinaba, limpiaba, lavaba la ropa y aún caminaba sola hasta el templo (a unos 50 metros de su casa) y limpiaba el edificio. Mi abuela era una persona extraordinaria. Ella no “andaba por vista,” pero igual andaba por sus cuatro sentidos. Mi abuela también era una mujer de mucha fe. Aunque ella andaba por sus cuatro sentidos, ella también aprendió a andar por fe.
Andar por fe no significa desechar los sentidos naturales que tenemos. Algunos tienen éste pensamiento equivocado. Algunos creen que sólo tenemos que hacer una declaración de fe. Pero su declaración no tiene nada que ver con la fe. Si está enfermo y le duele mucho el estomago, dice “no me duele nada.” La fe no niega lo que nuestros sentidos perciben al menos que tengamos una de dos cosas, a) una base escritural, o b) una palabra directa del Señor.
Tenemos el caso del siervo de Eliseo. Había un ejercito enemigo rodeando la ciudad para tomar a Eliseo. Su siervo le dice: “¡ah, señor mío! ¿qué haremos?” (2 Reyes 6:15) El siervo estaba percibiendo con sus sentidos naturales. Eliseo no dijo: “ese ejercito no existe,” pero sí, pudo percibir algo por medio del Espíritu Santo.
La mala enseñanza hace las cosas al revés de lo que nos enseña la Palabra de Dios. Algunos enseñan que usted tiene que hacer la “declaración de fe” (que no es realmente nada de fe) y luego el Señor va a obrar. La Palabra de Dios nos enseña que la fe viene por el oír y el oír de la Palabra de Dios (Romanos10:17). La única “declaración de fe” que podemos y debemos hacer es la misma palabra de Dios.
Dios nos ha dado los cinco sentidos en lo natural y desde edad muy temprana aprendemos a usar nuestros sentidos. Algunos desarrollan muy bien sus sentidos, pero otros no tanto. Aunque necesitamos nuestros sentidos para manejarnos en forma diaria, a veces nuestros cinco sentidos pueden impedirnos en las cosas espirituales.
Consideremos el caso de Pedro, caso muy bien conocido. Pedro estaba con los discípulos en una barca en medio del mar. Una tormenta había formado y en medio de esa tormenta Jesús vino caminando sobre el agua. Pedro le dijo a Jesús; “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.” (Mateo 14:28) Note que Pedro no se lanzó, no mas, del barco. Pedro no dijo; “yo tengo fe y por lo tanto puedo caminar sobre el agua.” No! Primero el preguntó al Señor, y cuando el Señor le dio su palabra, en este caso, “ven”, Pedro salió de la barca y comenzó a caminar sobre el agua.
Cuando consideramos ésta porción, por lo general, enfatizamos la falta de fe de Pedro. Pero en realidad podemos enfatizar la fe de Pedro. Cuantas veces en nuestra vida, en circunstancias muy difíciles, el Señor nos dice “ven”, pero nosotros a igual que Pedro, no obedecemos por falta de fe. Todos nuestros sentidos naturales nos dice, no sólo que es imposible, sino que sería totalmente estúpido de ir o hacer o hablar lo que el Señor nos está diciendo.
Por otro lado, sí, vemos la falta de fe de Pedro. Eso no podemos negar, puesto que Jesús mismo lo reprende por su falta de fe. ¿Qué es lo que paso con Pedro? Lo mismo que sucede en nuestras vidas. Sentimos el llamado del Señor y salimos en obediencia, pero luego comenzamos a ver todos los obstáculos. Vemos, olemos, sentimos, escuchamos las “ondas” de oposición. Sacamos nuestra mirada de Jesús, el autor y consumador de nuestra fe. Él nos da la capacidad de fe y El también quiere culminar la obra de fe en nuestras vidas. Cuando comenzamos a andar por vista y no por fe nos hundimos en las aguas de desesperación y desaliento.
Para percibir las cosas espirituales necesitamos que Dios, por su Palabra y por la unción del Espíritu Santo, “abra los ojos de nuestro entendimiento para que sepamos cuál es la esperanza a que él nos ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,” (Efesios 1:18). No sé si hay necesidad más grande y más urgente entre el pueblo de Dios hoy que ésto.
Considere al Apóstol de ésta edad. Saulo de Tarso era un hombre muy religioso, pero Dios tomó a este hombre que veía muy bien en lo natural y lo segó literalmente por un tiempo y le abrió los ojos espirituales que estaban cerrados. Cuando el Señor le sanó a Saulo de su ceguera natural dice que “le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista.” (Hechos 9:18) Que alivio habrá sido para Saulo de Tarso de recibir de nuevo su vista natural. Pero cuanto mayor y eterno era su gozo de recibir su vista espiritual!
A la medida que caminamos con el Señor vamos aprendiendo a percibir lo espiritual. Escuchar la voz “suave y apacible” (1 Reyes 19:12) no es cosa de este mundo; es realmente “cosa de otro mundo.” Tenemos que tener oído espiritual. “El que tiene oído para oír, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” Lastimosamente la mayoría del pueblo de Dios no tiene sus oídos espirituales entrenados y afinados.
Hace varios años descubrí que yo estaba perdiendo la audición en mis oídos. Consulté con un médico y luego de hacer algunos exámenes notamos que yo había perdido 80% en el oído izquierdo y 55% en el oído derecho. Esto era una bendición disfrazada ya que podía decir a mi esposa “lo siento, no te escuché.” En la iglesia yo siempre me sentaba adelante para poder escuchar y me preguntaba porque el pastor hablaba tan despacio y porque no ponían el equipo de sonido más fuerte. Cuando los hermanos presentaban sus peticiones yo no escuchaba y tampoco cuando daban su testimonio. Mi esposa tenía que hablarme fuerte y tenía que estar enfrente mío para poder escucharle. Mas de una vez mi esposa me tuvo que agarrar y socorrer porque yo no escuché una bicicleta o auto que estaba por atropellarme.
Que desastre en lo espiritual cuando no escuchamos la voz de nuestro Padre Celestial y la voz de nuestro amado Señor. Andamos constantemente en peligro espiritual. Comenzamos a correr en una dirección y como no escuchamos, salimos lastimados. Nuestro Buen Pastor quiere guiarnos con su voz (Juan 10:27) pero si nuestros oídos no están afinados, a veces El tiene que usar la vara o el cayado.
Los doctores me habían dicho que se podía arreglar mi perdida de audición por medio de una operación microscópica. Después de mas de cinco años buscando la voluntad de Dios en este asunto, sentí que tenía la libertad de proseguir con la cirugía en mi oído izquierdo. Inmediatamente después de la cirugía pude escuchar 100% en mi oído izquierdo.
Había sido que el pastor no hablaba tan despacio. Había sido que el equipo de sonido no estaba tan despacio. Ahora podía escuchar bien a mi esposa (ya no tenía escusa) y a los hermanos cuando oraban y daban su testimonio y cuando presentaban sus peticiones. Que diferencia hizo en mi vida poder escuchar.
Nunca olvidemos que “lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:6). Esto es una ley inconmovible de Dios. A la medida que caminamos con el Señor aprendemos mas de la veracidad y profundidad de ésta declaración. No existe ni una molécula, ni átomo de nuestra carne que sea útil, ni en lo más mínimo, en la esfera espiritual. Realmente es necesario que “yo (mi carne, pensamientos, actitudes y deseos) mengüe y que él (la vida de Cristo, el espíritu) crezca.”
Si queremos percibir las cosas espirituales tenemos que permitir al Señor a “renovarnos en el espíritu de nuestra mente.” (Efesios 4:23) Tenemos que ser “transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:2)
Percibiendo lo espiritual realmente es cosa de otro mundo. No es algo que podemos hacer por nuestra fuerza o razonamiento natural.
Si quiere percibir las cosas espirituales, no lo busque en el mundo. Ni lo busque necesariamente en el mundo religioso. El mundo religioso ofrece mucho ruido y mucho espectáculo. Por lo general si queremos escuchar la voz del Espíritu; si queremos “ver” algo de lo espiritual, es necesario apartarnos de las distracciones de este mundo aunque sea por una hora y meditar en la Palabra de Dios con oración. Así hizo el Apóstol Pablo antes de comenzar su ministerio (Gálatas 1:15-17). Y luego, debemos aprender a andar diariamente y constantemente en oración y en dependencia del Señor.
Si queremos percibir lo espiritual tenemos que caminar por fe y no por vista. Si queremos percibir lo espiritual tenemos que aprender que TODA nuestra vida pertenece al Señor. Por lo general nosotros queremos agrupar nuestra vida. Esto y esto pertenecen a mi vida espiritual y por lo tanto pertenecen al Señor; pero esto y esto tienen que ver con mi vida natural en este mundo y por lo tanto no pertenecen al Señor. En esta cosa tengo que buscar al Señor, pero en ésta no. No! No es así la vida espiritual. TODA nuestra vida pertenece al Señor. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. (Romanos 14:8) Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. (Gálatas 5:25).
Si quieres percibir lo espiritual “ponga la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” (Colosenses 3:2)