por Virgilio Crook
El camino que lleva lejos del Padre
(2) El segundo paso, él dejó el refugio seguro de la casa del Padre.
“No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.” Lucas 15:13
Seguimos con los pasos que llevan lejos de Dios. El primer paso es de ir al país lejano (el dominio de Satanás, o sea, el mundo.) Dios, como el padre del hijo pródigo, dio
“todo lo que él tuvo” en abundancia al hombre. En el principio, en el jardín de Edén, no hubo ninguna penuria, ninguna falta, cada necesidad fue suplida abundantemente. A Adán y Eva, no les faltó nada. Como el hijo pródigo, vivieron en el refugio seguro de la presencia de su Creador, en el lugar en que él les puso. Sin embargo, el primer Adán perdió todo. Pero Dios no fue tomado por sorpresa. En el segundo Adán, Jesucristo, cada necesidad del hijo de Dios es encontrada y suplida en la casa del Padre, de nuestro Padre celestial. Viviendo en la presencia de Dios nos da un refugio seguro, donde toda necesidad es suplida.
“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” Filipenses 4:19
¿Cuántos creyentes que nacieron en casa de creyentes han hecho lo mismo? En vez de agradecer a Dios por haber nacido en el refugio seguro de un hogar cristiano, anhelan andar en el mundo, buscando los placeres pasajeros de esta vida. Han cambiado el refugio seguro del consejo sano de la Palabra de Dios y de sus padres piadosos por las fábulas del mundo perdido.
“...allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.” El hombre lejos de Dios siempre desperdicia. Desperdiciar significa: aventar, dispersarse por todos lados; tirar al viento. El hijo pródigo estaba viviendo perdidamente, que significa: careciendo de refrenamiento moral.
Cuándo el hombre está, a propósito, sin Dios o el hijo de Dios hace la elección de vivir en desobediencia al Padre, siempre hay gran desperdicio. La persona sin Dios está desperdiciando su vida, su tiempo aquí sobre esta tierra y a la vez está desperdiciando la eternidad porque estará sin Dios, eternamente y para siempre. En cuanto al hijo de Dios, aunque su eternidad está augurada en el cielo, está desperdiciando su oportunidad en esta vida de acercarse aún más a su Padre celestial y sufrirá perdida de recompensa en el cielo, su casa eterna.
“Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.” Lucas 15:14 En la presencia de Dios hay siempre abundancia. Afuera o lejos de su presencia, siempre viene un fin a todo aquello en lo cual el hombre confía como sostén y abundancia. Siempre llega el momento en que “todo está gastado.” Con Dios, no hay límites. No hay fin a las provisiones de Dios, pero sin él, siempre hay límites. En el caso del hijo pródigo, hubo un hambre. La idea de la palabra, “hambre” aquí es: falta de lo suficiente; una escasez aguda; una escasez drástica. Así fue la experiencia del pueblo de Dios, Israel, en el Antiguo Testamento. “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.” Jeremías 2:13 Es claro, por la Palabra de Dios, que Dios es la fuente de todo, en esta vida y la venidera.
Si no encontramos nuestro sostén y satisfacción en él, vamos a fabricar otra fuente, como hicieron los israelitas en tiempo de Jeremías. Cualquier fuentes que no sean Dios mismo siempre serán cisternas
“rotas que no retienen agua.” Las fuentes humanas siempre nos dejan vacías y sin satisfacción. El peor hambre, por supuesto, es el hambre espiritual.
Hay varios tiempos de hambre mencionados en el Antiguo Testamento. La palabra hambre (un tiempo de escasez) está usada más que 100 veces en el Antiguo Testamento. Vamos a notar algunas de esas ocasiones y ver cómo la gente reaccionaron.
En tiempo de Abraham hubo un hambre grande en la tierra.
“Hubo entonces hambre en la tierra, y descendió Abram a Egipto para morar allá; porque era grande el hambre en la tierra.” Génesis 12:10 Note la reacción de Abraham al hambre, “descendió Abram a Egipto para morar allá.” En la Biblia, Egipto representa al mundo en su independencia de Dios. Esa es la reacción normal del hombre cuando hay escasez, buscar la solución por medios mundanos, implementados por el hombre sin Dios. El mundo se maneja en esa forma porque no conoce otra. Nosotros, como hijos de Dios, tenemos otro recurso. Aunque Abraham fue hombre de fe, vemos que en ese caso, su fe no reaccionó, sino su naturaleza humana. Abraham debía haber quedado donde estaba, Dios iba a suplir su necesidad.
En tiempo de Isaac hubo otro hambre en la tierra.
“Después hubo hambre en la tierra, además de la primera hambre que hubo en los días de Abraham; y se fue Isaac a Abimelec rey de los filisteos, en Gerar.” Génesis 26:1 Es notable que Isaac, como su padre Abraham, dejó la tierra que Dios le había dado y se fue a un país ajeno. Isaac se fue a Gerar, tierra de los filisteos. Los filisteos, en la Biblia, representan a los religiosos que tienen apariencia, sin el poder porque no conocen a Dios, aunque hablan de él. Ellos, como el mundo, ofrecen grandes fuentes, pero como antes, son
“rotas que no retienen agua.” Ni el mundo, ni las organizaciones religiosas pueden suplir lo que necesitamos para poner fin al hambre de nuestra alma.
Otro caso notable es lo de Noemí en el libro de Rut.
“Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra. Y un varón de Belén de Judá fue a morar en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos.” Rut 1:1 Una vez más, vemos que salieron de la bendita presencia de Dios para ir a un país sobre el cual Dios puso una maldición. Considerando los significados de los nombres, Belén y Judá, ellos salieron de la casa de pan y alabanza, el lugar del sostén y la victoria de Dios. ¿Cuántos creyentes hacen así hoy día? En tiempo de prueba y dificultad, salen del lugar donde hay abundancia de sostén espiritual, para buscar algo mejor o más llamativo en otro lugar. Noemí perdió su esposo y sus dos hijos en Moab. Sólo por la gracia de Dios, ella salió con su vida y su nuera Rut.
En el caso del hijo pródigo, cuando vino el tiempo del hambre, él había malgastado lo que él trajo de la casa de su padre y no tuvo nada para sostenerse a sí mismo. ¿Cuántos creyentes han tenido la oportunidad de recibir la buena y sana enseñanza del evangelio, pero han desperdiciado su oportunidad, saliendo del refugio seguro de la sana doctrina, buscando algo más llamativo y atractivo? Han buscado un lugar que tiene programa de esto o aquello. Han buscado algo más divertido, más moderno, más aceptable, más ajustado a sus gustos carnales. Habiendo dejado la sana doctrina, no tienen nada que les sostenga cuando vengan las adversidades de la vida. Note el encargo de Pablo a su hijo en la fe, Timoteo.
“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.” 2a Timothy 4:1 al 4