por Laura Galeano
Al leer la historia de José y sus hermanos, uno no puede dejar de admirar la capacidad que tuvo José de poder contener sus lágrimas. En varias ocasiones tuvo que salir de la presencia de sus hermanos y llorar y luego volver a entrar, lavado su rostro. (Génesis 43:30-31) En cada paso que daba vemos no tan solamente un amor indiscutible por sus hermanos y el fruto de la gracia de Dios a través de él, sino también un amor sabio; ese amor que conmueve sus entrañas a punto de estallar a veces, pero que a la vez respeta el tiempo de Dios; la voluntad de Dios agradable y perfecta. Esto es lo que, como hijos de Dios, también debemos aprender a respetar.
Aunque José estuvo ansioso de abrazar a sus hermanos, en primer lugar, sabía que lo que ellos hicieron con él años atrás (Génesis 37:19 al 36) era pecado delante de Dios. Sus corazones eran sin misericordia y sin temor de Dios, no teniendo consideración aún por su padre anciano.
José entendía que tendría que ver cambios verdaderos en sus hermanos antes de poder llegar a una comunión verdadera con ellos. Aunque le costó lágrimas, comenzó una serie de pruebas para comprobar si sus hermanos habían cambiado. Los trató ásperamente (Génesis 42:30) y los acusó de ser espías, siguiendo una prueba tras otra hasta que por fin escuchar por boca de Judá: (aquel que años antes había dicho: “venid y vendámosle a los ismaelitas,”) “...tu siervo salió por fiador del joven... yo seré culpable ante mi padre para siempre.” Esta confesión llevó a José finalmente a hacerse conocer a sus hermanos; a demostrar su amor; su gracia; su misericordia y su perdón.
Que aprendamos también de estos ejemplos cuando nos sentimos tentados a abrazar a cualquier hermano diciendo: “no importa en qué o cómo anda.” Pensemos primero ¿qué me enseña la Palabra con respecto a esto? Deberíamos pensar primero ¿anda mi hermano en la verdad? ¿Busca agradar al Señor en su andar? ¿Está arrepentido por lo que hizo; se pueden ver los frutos de tal arrepentimiento? .
La Palabra es muy clara. En Proverbios 28:13 “El que encubre sus pecados no prosperará; más el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.” Los hermanos de José al principio confesaron su maldad, pero recién cuando José vio en Judá el deseo de no entristecer el corazón de su padre, apartándose de tal pensamiento, alcanzó misericordia, él y todos los suyos.
¡Qué hermoso es ver la Palabra confirmada en nuestras vidas obrando poderosamente cambios verdaderos! Aunque lleve mucho tiempo, vale la pena esperar. José tuvo que esperar este resultado en sus hermanos más de veinte años, pero valió la pena esperar en el tiempo y voluntad de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.