miércoles, 16 de marzo de 1994

El Salmo 23

El Glorioso Evangelio, Vol. 94, N’º. 3

por Virgilio Crook

Lección Tres – Verso Uno

CAPACIDAD

Uno puede amar al animal y tener mucha voluntad de cuidarlo, pero si no tiene capacidad no le valdrá tanto su actitud.  En lo natural, ser pastor de ovejas requiere cierta capacidad, porque debe enfrentarse con bestias voraces, como fue el caso de David.  A veces debe levantar sobre sus hombros o llevar en brazos a su oveja.  Jacob cuenta su experiencia como otro del oficio pastoril, él nos habla de las penurias y aflicciones  que soportaba andando con el rebaño: “Estos veinte años he estado contigo; tus ovejas y tus cabras nunca abortaron, ni yo comí carnero de tus ovejas.  Nunca te traje lo arrebatado por las fieras: yo pagaba el daño; lo hurtado así de día como de noche, a mí me lo cobrabas.  De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño huía de mis ojos.  Así he estado veinte años en tu casa; catorce años te serví por tus dos hijas, y seis años por tu ganado, y has cambiado mi salario diez veces.”  Génesis 31.38 al 41  Estas son sus palabras a Labán.  Nos damos cuenta que no es tarea fácil cuidar un rebaño de ovejas.  Nuestro Pastor, Jesucristo, es fuerte y capaz, así lo leemos en Juan 10.28; “y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.”  Estamos en las manos de Jesús, nuestra vida está escondida o guardada en sus manos, eternamente asegurada.  Las manos de Jesús están en las manos del Padre y eso implica para nosotros doble seguridad.  Tanto las manos como los brazos del Omnipotente no se cansan, pues, son brazos eternos.  “El eterno Dios es tu refugio y acá abajo los brazos eternos.” Deuteronomio 22.27  En la vida sobre la tierra, estos brazos eternos nos sostienen; ninguna fuerza ha podido soltar estos brazos; ninguna tribulación ha podido cansarlos como para soltarnos. ¡Gloria al Señor Jesús!  El es apto para ser el Buen y Gran Pastor porque tiene fuerza, capacidad y la correcta actitud; El puede y quiere cuidar de las ovejas y lo hace con cariño y ternura divina.  “Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas.”  Isaías 40.11  Como seres humanos necesitamos repetidas veces el consuelo del Altísimo, nadie es tan crecido espiritualmente que no precisa la ternura del Pastor.  David tenía razón para sentirse orgulloso de su pastor y señalarle como superior a todos los demás, él dijo: “de todos los pastores que hay, Jehová es el mejor.”  En tantas ocasiones experimentó su consuelo, buscó su ternura, andando de cueva en cueva, perseguido, gustó la benignidad del Señor.  Después en el trono siguió buscando de Dios su consolación.  Nosotros también, después de planes frustrados, fracasos y enfermedades, necesitamos consuelo y lo hallamos en Jesús.  Hay personas que se creen muy fuertes, piensan que no necesitan ser consoladas, pero todos, llegado el momento, lo necesitamos.  Pedro era un hombre fuerte, rústico, duro, sin embargo necesitó la ternura del Señor para ser restaurado a la comunión, después que fracasó.  Jesús, hablando a sus discípulos les dijo que hay otro pastor que anda con las ovejas por salario y no por amor.  No es el dueño de las ovejas, sino un empleado que cuida por sueldo.  En Zacarías 11.15 leemos de un falso pastor.  “Y me dijo Jehová: Toma aún los aperos de un pastor insensato.”  Este versículo señala al anticristo, la bestia y el juicio que caerá sobre ambos.  Satanás también es un pastor pero un malo, insensato, un amo cruel.  En lugar de alimentar las ovejas, las oprime.  El equipo completo del pastor es: zurrón o saco pastoril, la vara, y el cayado.  En el zurrón lleva víveres; la vara es para defender las ovejas y también para castigarlas; el cayado es para levantar a las caídas o traer a la extraviada.  El cayado habla de ternura, libertad y seguridad.  El pastor insensato no lleva el cayado, sino solamente la vara para azotar.  Tenemos mucho para agradecer al Señor porque él es nuestro Pastor, siempre nos acompaña.  El apóstol Pablo dijo: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”  David expresó lo mismo: “Esto sé, que Dios está por mí.”  Nos hacen pensar estos versículos, Dios está con y por nosotros.  En el Antiguo Testamento vemos a Dios por nosotros; en los cuatro evangelios leemos que Dios está con nosotros; las epístolas enseñan que por la redención, Dios vive en nosotros.  Si Dios es por nosotros, con nosotros y en nosotros, ¿Qué más podemos pedir?  Nada, absolutamente nada, tenemos todo.

Hemos notado la capacidad de Jesús como Pastor; pero vea lo que dijo David: “Jehová es mi pastor.”  El dijo: “yo pertenezco a Jehová, él es mi Pastor personalmente.”  David no generaliza, hablando en plural, “nuestro pastor,” sino como algo suyo solo y personal, dice: “mi pastor,” recalcando su relación personal con Jehová.  No sería de tanto provecho reconocer las aptitudes de Jesús como buen Pastor, sus méritos como Sacerdote, su suficiencia como Salvador del mundo sin reconocer y apropiarse de eso en forma personal y decir: “Jesús es mi Salvador.”  En todos los ámbitos de su vida, David tuvo una experiencia personal, aunque él vivió bajo la dispensación de la ley; pero tuvo una fe personal.  Vea el Salmo 18.1, 2  Dios trata con el hombre individualmente; leemos en su Palabra la manera de Salvación: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa.” Hechos 16.31  “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” Romanos 10.9  Dios quiere que tengamos una fe personal.  En lo natural, el pastor suele marcar su oveja, le pone una marca especial para identificarla.  Nosotros pertenecemos en tres maneras al Señor Jesucristo: 

a. Por la creación: El nos creó.
b. Por la redención: El nos compró con su preciosa sangre.
c. Por ser su esposa (por provisión), si nos preparamos para reinar con él.


En la antigüedad Dios había dado instrucciones a su pueblo Israel tocante al esclavo, quien después de cumplir cierto tiempo debía ir libre; pero si el esclavo no quería separarse de su familia, sino deseaba quedarse en la casa de su amo, debía acercarse al poste y permitir que su amo horade su oreja con lesna.  Así que la oreja horadada es señal de la esclavitud perpetua.  Estas instrucciones leemos en Exodo 21.5, 6.  “Y si el siervo dijere: Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos, no saldré libre; entonces su amo lo llevará ante los jueces, y le hará estar junto a la puerta o al poste; y su amo le horadará la oreja con lesna, y será su siervo para siempre.”  El creyente quiere gozar de la verdad, misericordia, fidelidad, riquezas y gloria del Señor, pero no quiere saber nada de orejas perforadas.  Si realmente ama al Señor, es necesario acercarse al poste y permitir a Jesús que ponga la marca suya en la oreja, que ponga la señal de propiedad.  No somos de nosotros mismos, pertenecemos a otro, es a saber, a Jesús, El nos compró y es dueño de nuestras vidas.  “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?  Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios...Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres.” 1ª Corintios 6.19,20; y 7.23  El precio que pagó es muy alto, fue la preciosa sangre de Jesús.  Nuestra redención le costó al Señor bajar de la gloria, dejar su ambiente celestial y venir a este mundo corrupto, un ambiente contrario a su naturaleza santa.  Somos de Aquel que nos compró; él quiere horadar nuestra oreja de modo que cuando los demás nos observen sepan de quién somos, a quién pertenecemos.  En la medida que rendimos nuestra voluntad a la suya, el mundo verá quién es nuestro Señor en la vida práctica, y los demás podrán reconocer a nuestro dueño.  Hay creyentes que en sus vidas no manifiestan nada del Señor, no se sabe a quién pertenecen, porque no han permitido que el Amo celestial perfore sus orejas.  Su voluntad no está rendida a la del Señor.

Los Atributos De Dios

El Glorioso Evangelio, Vol. 94, N’º. 3

• Omnisciencia •

por Douglas L. Crook

(tercera parte)

“Los ojos de Jehová están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos.”   Proverbios 15.3
Esta será nuestra última lección sobre el atributo de la omnisciencia de Dios.  Ya hemos visto cómo la Trinidad ha provisto una redención perfecta y eterna por medio de su omnisciencia y cómo podemos confiar en la provisión y protección de Dios en cada situación porque él sabe todo lo que vamos a enfrentar en nuestra vida y aun nos promete victoria.  Sin embargo, no podemos dejar el estudio de este atributo y estudiar otro atributo sin mirar cómo el Omnisciente juzga justamente las obras del hombre.

El hombre incrédulo vive su vida como si no hubiese Dios o Juez que juzgará sus obras.   O si hay un Dios, piensan que él es ciego.  Algunos procuran con mucho esfuerzo esconder sus malas obras de otros hombres y de Dios.  Mienten y matan para cubrir sus injusticias.  Otros son muy arrogantes y pecan abiertamente porque nadie les ha juzgado hasta hoy.     Por lo tanto ¿quién les juzgará en el futuro?   Note la actitud del impío en el salmo que sigue.  “¿Por qué estás lejos, oh Jehová, y te escondes en el tiempo de la tribulación?  Con arrogancia el malo persigue al pobre; será atrapado en los artificios que ha ideado.  Porque el malo se jacta del deseo de su alma, bendice al codicioso, y desprecia a Jehová.  El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos.  Sus caminos son torcidos en todo tiempo; tus juicios los tiene muy lejos de su vista; a todos sus adversarios desprecia.  Dice en su corazón: no seré movido jamásnunca me alcanzará el infortunio.  Llena está su boca de maldición, y de engaños y fraude; debajo de su lengua hay vejación y maldad.  Se sienta en acecho cerca de las aldeas; en escondrijos mata al inocente.  Sus ojos están acechando al desvalido; acecha en oculto, como el león desde su cueva; acecha para arrebatar al pobre; arrebata al pobre trayéndolo a su red.  Se encoge, se agacha, y caen en sus fuertes garras muchos desdichados.  Dice en su corazón: Dios ha olvidado; ha encubierto su rostro; nunca lo verá.   Levántate, oh Jehová Dios, alza tu mano; no te olvides de los pobres.  ¿Por qué desprecia el malo a Dios?   En su corazón ha dicho: tú no lo inquirirás.  Tú lo has visto; porque miras el trabajo y la vejación, para dar la recompensa con tu mano; a ti se acoge el desvalido; tú eres el amparo del huérfano...” Salmo 10.1 al 18

Por el momento parece que el impío prospera en su injusticia y que ha escapado todo juicio.   Lo que el hombre no entiende es que Dios es omnisciente.   El conoce cada obra que hacemos.   Dios conoce lo que se hace en secreto.   Sus ojos están abiertos  para ver lo que se hace abiertamente y sin vergüenza.    Además, aunque no juzga cada obra mala inmediatamente, no olvidará ninguna.   Cada hombre y mujer, sea grande o pequeño, rico o pobre tendrá que dar cuenta de sus obras delante del Omnisciente.   Pienso en los muchos líderes, pasados y presentes, de naciones que han hecho atrocidades innumerables a otros seres humanos, aparentemente sin ninguna consecuencia negativa.   Contemplo los muchos esposos que han sido infieles y que han cometido adulterio, también aparentemente sin consecuencia negativa.   También pienso en las multitudes de individuos que han tomado el nombre de Dios en vano como si fuese poca cosa.   Estos pecados son algunos ejemplos, no más, de las muchas malas obras que el hombre comete cada día.  Ninguna obra escapará el juicio de Dios.   “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.   Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.  Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.   Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego.  Esta es la muerte segunda.   Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.”   Apocalipsis 20.11 al 15   Es el pecado de rechazar a Cristo como su Salvador que mandará al incrédulo al lago de fuego, pero cada obra será descubierta y juzgada.    El juicio del Omnisciente será completo y justo.

Como creyentes, es importante que tengamos una revelación de la omnisciencia de nuestro Padre Celestial.  El incrédulo tiene razón por temer la omnisciencia de Dios. Por su omnisciencia Dios expone y juzga sus malas obras, y el resultado es sufrimiento eterno.   En contraste, la omnisciencia de Dios es para el creyente algo provechoso.  “Oh Jehová, tú me has examinado y conocido.  Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos.  Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos.  Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda.  Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano.  Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender.  Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos;  y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.”  Salmo 139.1 al 6, 23, 24   David invitó la prueba de Dios de su corazón porque quería que Dios le revelase su corazón.    Nadie nos conoce como nuestro Padre, ni aun nosotros mismos.   Por eso, si queremos lo mejor que Dios ofrece a sus hijos, debemos invitar la prueba de su omnisciencia para descubrir las actitudes, pensamientos y deseos que nos impedirían de alcanzar nuestra meta para que podamos reconocerlos y juzgarlos y ser guiados en sendas de justicia.   Muchos creyentes  pretenden que Dios no ve nuestros pecados después de ser salvo porque somos perdonados de nuestros pecados.   Ciertamente, somos salvos eternamente de la culpa y la penalidad de todos nuestros pecados pasados, presentes y futuros por la sangre de Jesús.   Una vez que hemos puesto nuestra fe en Jesús y su obra en la cruz pasamos de muerte a vida.   Ya no somos condenados delante del Juez justo, sino aceptos delante de nuestro amante Padre.  Esta relación con Dios es eterna.    Sin embargo, si manifestamos las obras de la carne en nuestra vida (Gálatas 5.19 al 21) y no nos arrepentimos de ellas, impiden nuestra comunión con nuestro Padre y nos roban de una recompensa completa.  (1ª Corintios 9.24 al 27)  Muchos creyentes tienen en su vida lo que se llaman “pecados secretos” que procuran esconder de otros creyentes y de Dios.   La verdad es que no hay “pecado secreto” porque Dios conoce todo.   Un creyente que sinceramente desea lo mejor de Dios no puede seguir en pecado por mucho tiempo porque es miserable sabiendo que aunque ningún otro sabe nada, su Padre sabe todo.  (Salmo 32.3 al 5)   “Pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas. Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios;  y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.”   1ª Juan 3.20 al 22    Los beneficios de andar en comunión con nuestro Padre son innumerables.   Nos conviene tener a un Padre omnisciente que puede revelarnos las cosas que son destructivas en nuestra vida.   Nuestro amante Padre nos da la oportunidad de arrepentirnos de tales cosas y de aprender nuevas cosas que tienen promesa de esta vida y de la venidera.


“Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables.  Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.”   2ª  Corintios 5.9, 10   El asunto delante del tribunal de Cristo no es vida eterna, sino la recompensa y grado de gloria que el creyente disfrutará en los cielos.   Si entendemos que nuestro Padre es omnisciente, sabremos que no vale la pena procurar esconder nuestro pecado porque el conoce nuestras obras.    Tal revelación nos dará el deseo de serle agradable siempre.  Sométase a la prueba del Omnisciente y él le hará un brillante ejemplo de su gracia que nos transforma a la imagen de su Hijo Jesucristo.

Lecciones Sobre Daniel

El Glorioso Evangelio, Vol. 94, N’º. 3

por David Franklin

Lección Tres - Capítulo Dos

Este capítulo registra el sueño que anunció claramente, y por primera vez, el curso de los tiempos de los gentiles.  No fue dado a un judío, sino a un gentil.  Esto sí que es una maravilla; pues había sido la manera de Dios de dar las grandes revelaciones por medio de los judíos.  Romanos 3.2 dice: “...que les ha sido confiada la palabra de Dios.”  Es cierto, fue un judío quien interpretó el sueño, pero ¿por qué usó Dios a un gentil en este proceso?  Pablo describe la condición general de los paganos, gente no judía, así: “...alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.” Efesios 2:12  Aunque lastime nuestro orgullo gentil, tenemos que aceptar la verdad de que Dios debe haber tenido una razón muy buena para utilizar a un gentil, más todavía un rey gentil.

Para un judío la lección es bastante fácil de entender.  Una vez antes, fue registrado que Dios dio un sueño a un rey gentil, ese rey fue Faraón, gobernante de Egipto durante la vida de José.  Como el resultado directo de aquel sueño, José alcanzó grande prominencia, pero los eventos que el sueño predijo trajeron a su padre y a sus hermanos a Egipto.  Más tarde, sus descendientes llegaron a ser esclavos allí, súbditos bajos de una nación impía.  Por dar el mensaje a Faraón, en vez de a José, sirvió para mostrar que la familia de Israel iba a encontrarse en una posición secundaria por un tiempo.  El paralelo entre aquella ocasión y la que está delante de nosotros debería de ser bastante claro.

Dios quiere que el judío conozca los tiempos en los cuales él vive.  El conocimiento revelado en este sueño y las profecías que siguen son grandemente provechosos a todos quienes lo entienden.  Para el judío en un tiempo que está por llegar, éste es conocimiento de “supervivencia.”  Ningún judío piadoso podrá ir adelante espiritualmente en tiempo de la gran tribulación sin un entendimiento de los tiempos y eventos que le rodearán en aquel entonces.

Comenzando con el verso cuatro, el registro cambia del hebreo al caldeo, el lenguaje común de la corte e imperio babilonios; pues estas palabras están escritas para la atención gentil.  La lección de ellas de advertencia y admonición será evidente mientras la consideramos.  Nosotros, los que somos gentiles según la carne, debemos entender este mensaje si vamos a pararnos verdadera y completamente en la fe, creyendo a Dios para llevar a cabo su voluntad.  El tiene algo para decirnos como un pueblo.

Detengámonos aquí y consideremos lo que es importante en cuanto de este sueño.  ¿Es el evento mismo, la manera en que Dios habló, lo importante?  En 1978 se me dio una Biblia nueva como regalo.  Tenía una tapa de cuero.  Se me fue dada en una caja, y la caja fue envuelta en un papel de color brillante.  Tapa fina, caja fuerte, papel hermoso; todo eso no podía comparar con el registro divino que todo ello envolvió.  No sea sobremanera impresionado por sueños y visiones; sea cautivado por la verdad que ellos revelan

Los tratos especiales de Dios son cosas para ver y ser  maravillados de ellos porque son testigos de su gracia.  Sin embargo, ningún sueño, visión, u otro milagro asegura que un corazón buscará a Dios.  Balaám tuvo visiones y escuchó la palabra de Dios, sin embargo, no aceptó la palabra de fe de Dios.  Lea Judas 1.11 y Apocalipsis 2.14  Fue dicho al hombre rico, intentando de interceder desde el infierno a favor de sus hermanos, que si ellos no creyesen  a Moisés y a los profetas, no creerían aún si alguno se levantase de los muertos para testificar a ellos.  (Lucas 16.27 al 31)  Esta se probó ser una verdad en la resurrección de Cristo Jesús.

No todos tienen una Biblia con una tapa durable de cuero, y no todos reciben sus Biblias en un cajón envuelto en papel como regalo, pero si la suya es una Biblia buena (no una pobre traducción), tiene el testigo de la verdad en ella.  Tal vez nunca tengamos una experiencia como la que se describe aquí, pero tenemos el sueño de Nabucodonosor, tan seguro como si nos viniese en una visión de noche, pues tenemos el mensaje que contuvo.

En Daniel 2.3, Nabucodonosor dice a sus magos, astrólogos,  y encantadores: “He tenido un sueño, y mi espíritu se ha turbado por saber el sueño.”  Aquí hay algo que pone a este hombre aparte.  Al tener un mensaje de Dios, él fue “turbado por saber.”  El no se recordó del sueño, mucho menos entenderlo,  sin embargo, fue movido en su corazón.  Muchos, con grandes oportunidades para escuchar la verdad claramente hablada, no están conmovidos como fue este hombre quien no tenía nada, sino un sueño olvidado.

Por supuesto, como muchos otros, Nabucodonosor se equivocó en su elección en cuanto a dónde ir para el conocimiento que él quería.  Los maestros sabios de Babilonia pueden hablar mucho sobre muchos temas, pero están mantenidos fuera de las revelaciones de la piedad verdadera.  El curso que ellos siguieron para esconder su ignorancia fue razonable al hombre natural y predecible al espiritual.  Primero, dijeron: “di el sueño a tus siervos, y te mostraremos la interpretación.”  (verso 4)  Sólo Dios puede crear o revelar por fe, donde no hay nada al parecer con que trabajar.  Por no tener acceso a él, tenían que tener algo con que comenzar, un lugar de donde razonar.

Luego, cuando fueron amenazados con muerte si no mostrasen ambos; el sueño y su interpretación, dijeron: “No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el asunto del rey; además de esto, ningún rey, príncipe ni señor preguntó cosa semejante.”  (verso 10)  Entonces su respuesta fue como si estuviesen diciendo; “Tu estás pidiendo un milagro.  No podemos producirlo, por lo tanto, no puede ser producido.  Otros no quieren tales cosas, por lo tanto, tu debes estar contento sin tenerlo también.”  No tenían la culpa en nada.  Así los sabios de Babilonia siempre explican su fracaso a aquellos que les vienen buscando una luz espiritual.

“Por esto el rey con ira y con gran enojo mandó que matasen a todos los sabios de Babilonia.”  (verso 12)  Lo que Nabucodonosor había amenazado, ahora decretó.  No debemos culpar a Nabucodonosor desmedidamente por su gran enojo contra los magos y sabios charlatanes.  No podemos decir que él fue justo por hacerlo, pues, él no fue un hombre salvado.  Podemos ver su punto de vista; él había gastado mucho para educar y cuidar de las necesidades de hombres que supuestamente iban a ser de ayuda cuando su propia y ordinaria sabiduría mental fracasó, pero no recibió el valor por sus gastos.  Del punto de vista  de Dios, un gobernante es el ministro de Dios: “No para infundir temor al que hace el bien, sino al malo.”  Romanos 13.4  Considere la clase de hombres quienes compusieron la mayor parte de los hombres condenados por el rey.  “Magos, astrólogos, encantadores.”  Unos magos se habían resistido a Moisés y Aarón delante de Faraón.  (Exodo 7 y 8)  “Astrólogos”-- Astrología es casi siempre asociada con la idolatría cuando se menciona en la Escritura.  “Encantadores”-- La ley instruyó: “A la hechicera (encantador) no dejarás que viva.  Exodo 22.18  “Profesando ser sabios, se hicieron necios.”  Romanos 1.22  No, no podemos culpar a Nabucodonosor por tratar bruscamente con estos engañadores espirituales.

Como la mayoría quienes han sido desilusionados por la sabiduría religiosa de Babilonia, Nabucodonosor se fue demasiado lejos.  El verso 13 muestra que Daniel y sus compañeros iban a ser muertos con todos los sabios de Babilonia, y ¿por qué no?  En educación, posición, título,  y  en todo que lo que era importante, le parecían que Daniel y sus compañeros fueron tales como los fingidores que no sabían nada; ellos parecían ser unos sabios hipócritas más.  El rey, por no conocer a Dios, no sabía como distinguir entre la sabiduría que es de arriba, y la que es terrenal.  (Santiago 3.15 al 17)

Por todo que él fue “turbado por saber,” este rey pagano no fue diferente que cualquier otro pecador; “No hay quien entienda.  No hay quien busque a Dios.”  Romanos 3.11  El se había enterado de que algunos, quienes afirman tener sabiduría, no tienen nada, pero él hizo la común suposición de justicia propia de que ninguno que es llamado sabio es de valor.  Por eso, Daniel y sus compañeros piadosos fueron incluidos en el decreto de muerte.  Arioc, capitán de la guardia del rey vino para arrestar a Daniel, y Daniel se encontró cara a cara con su verdugo.

Cualquiera, sea judío o gentil, en cualquier edad, debe saber como confiar en el único Dios verdadero en tal momento.  Pablo dijo a Timoteo que le escribió, en parte: “para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios.”  El andar de uno entre los que son de la casa de Dios no es la parte peor de la vida.  Si necesitamos enseñanza especial para el aspecto dulce de nuestro andar, cuanto más se la necesita cuando andamos por el pantano traicionero de hostiles hombres mundanos.  Sólo Dios puede enseñarnos como portarnos en la presencia de uno que es amargado contra la sabiduría vacía, mundana, supersticiosa, y religiosa, pero quien no conoce la otra clase de sabiduría.  


Así precisamente es lo que se enfrentará cuando el hombre de pecado sea revelado, “el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.”  2ª Tesalonicenses 2.4  El procurará echar abajo a cada sistema de religión y sabiduría menos lo suyo.  En los ojos de él, los israelitas, que en aquel entonces estarán firmes para Dios, le parecerán ser nada más que los otros grupos religiosos que él va a despreciar y destruir.  Entonces, como en el día de Daniel, la única esperanza para el judío fiel será en conocer la verdad que Dios ha revelado, aunque esa verdad será olvidada por los gentiles quienes en el principio la recibieron.  Entonces, como en el día de Daniel, la única ayuda vendrá a través de la oración.