jueves, 16 de junio de 1994

El Salmo 23

El Glorioso Evangelio, Vol. 94, N’o. 6

por Virgilio Crook

Lección Seis - Verso Dos

“En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará.”

La idea central de este versículo es el reposo de la oveja, pues tenemos expresado dos veces esa verdad por las palabras: descanso y reposo.  La oveja anciana (David) se recuerda que su Pastor le solía llevar por lugares de pastos delicados.  No precisamente para comer, sino habiendo comido buen alimento, fue para descansar.  Otra traducción dice: “En lugares de delicados pastos me persuade o me invita a descansar.”  El Pastor no obliga a sus ovejas caminar ni comer, sino les invita, les convence, no les empuja.  Nuestro Pastor, Jesucristo, a través de la obra del Espíritu Santo nos convence a descansar.  Un hermano que fue pastor de ovejas en el oriente, relata su experiencia y dice: “para que las ovejas puedan descansar, deben estar sin miedo, sin hambre, libres de contención y de parásitos.  Otra vez corresponde al pastor controlar y arreglar estas condiciones.
(1.)  Sin miedo.  La oveja es un animal indefenso y muy miedoso, se asusta fácilmente.  Hemos considerado esto al principio de nuestro estudio.  Aquel pastor, a quién hemos mencionado, cuenta que en una noche dos perros mataron trescientas ovejas; con razón vive en temor este animal.  Aquel hombre dice que lo único que tranquiliza a las ovejas es la presencia de su pastor.  Desde que el hombre desobedeció a Dios y cayó en pecado, el miedo ha encontrado terreno en su carácter.  Adán dijo a Dios: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Génesis 3.10  El temor sigue siendo arma poderosa del enemigo y puede atar en muchas maneras al hijo de Dios.  A parte del respeto a Dios - temor de Jehová, ningún miedo es de Dios.  La única manera de librarnos de ese lazo es por la presencia del Pastor.  La voz del Señor tranquiliza nuestro ánimo, su presencia aleja todo miedo e infunde confianza.  La Palabra nos hace ver que el Señor está con nosotros continuamente, aunque a veces por nuestra negligencia o por falta de madurez no sentimos tan fuertemente su presencia; pero él está con nosotros.  “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré?  Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?  Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron.  Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado.”  Salmo 27.1 al 3.  David fue una oveja que continuamente expresaba lo que su Dios era para él.  Por fe dice que su corazón no temerá aunque el enemigo venga con un ejército, porque sabe que Jehová no le dejará solo.  Si humanamente va a enfrentar, su corazón va a temblar; pero en Jehová está confiado.  El profeta Eliseo también estuvo confiado cuando un ejército acampó contra él, porque miró con ojos de fe por encima de ese ejército natural y vio a un ejército mucho más poderoso que estaba a su favor y oró a Dios para que su criado tuviera la misma visión.  Moisés comprendió que la presencia del Señor aleja todo temor, por eso le rogó a Jehová: “Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo.  Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso.  Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí.  Éxodo 33.13 al 15.  La presencia del enemigo da miedo pero la de nuestro Pastor nos da reposo.  Si por alguna razón no sentimos más la dulce presencia del Señor en nuestra vida, tenemos que buscarla en oración hasta sentir esa quietud, ese gozo que solo allí encontramos.  Si por algún fracaso no experimentamos más esa presencia en nuestra vida, debemos buscarla seriamente, eso no es para estar sentados, sino para estar de rodillas.  No vivimos por sentimientos, pero la presencia del Señor es real y por eso la sentimos, la experimentamos.  “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo...” Salmo 23.4  La presencia de Jesús disipa todo temor y duda o incertidumbre.  Si tenemos la seguridad en el corazón que él está con nosotros, no tememos caminar, ni al porvenir, ni las circunstancias que puedan sobrevenir.  “Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos; guarda la ley y el consejo, y serán vida a tu alma, y gracia a tu cuello.  Entonces andarás por tu camino confiadamente, y tu pie no tropezará.  Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino que te acostarás, y tu sueño será grato.  No tendrás temor de pavor repentino, ni de la ruina de los impíos cuando viniere, porque Jehová será tu confianza, y el preservará tu pie de quedar preso.”  Proverbios 3.21 al 26  La oveja que continuamente está cerca de su pastor, disfruta constantemente de su presencia y está libre del temor.  El creyente obediente a la Palabra, que guarda el consejo, goza de estas promesas.  Pueden sobrevenir cosas inesperadas; pero no temeremos porque el Señor será nuestra confianza y él guardará los pies del mal.  “En el día que temo, yo en ti confío.  En Dios solamente alabaré su palabra; en Dios he confiado; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?  En Dios he confiado; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?” Salmo 56.3, 4, 11  Las adversidades se van a presentar, pero el Señor dará quietud, pondrá reposo en el corazón, de manera que el temor no cobrará terreno.  David, como oveja, fue temeroso, pero en el día que temía, él confiaba en Jehová y se esfumó el temor.  Conocía la capacidad de su Pastor y se apoyaba en él, por eso dijo: “me hará descansar.”  El va a hacer todo lo que sea necesario para que yo descanse, va a quitar todo obstáculo que pudiera impedir mi reposo.  “Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores.” Salmo 34.4  La mayoría de las veces que no sentimos cerca al Señor, es porque no le buscamos en espíritu y en verdad.  Jesús vez tras vez dijo a los discípulos: “No temáis ni tengáis miedo, yo soy.”  La presencia del Pastor soluciona el problema de la oveja.  “No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya....Jehová está conmigo; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.”  Salmo 91.5, 6; 118.6  Gracias al Señor por su presencia con nosotros.

(2.) Sin hambre.  La labor del pastor es dar pasto, pastorear significa: dar pasto; la oveja no busca alimento, simplemente se sirve el pasto que la proporciona aquel que la cuida.  Jesucristo, nuestro buen Pastor, nos da el mejor pasto y lo da abundantemente.  El no nos hace faltar alimento; si alguna oveja no crece robusta no es por el fracaso del Pastor, sino porque ella no se sirve.  Como está escrito: “repartió, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre.  Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia.” 2ª Corintios 9.9, 10  Esta es la justicia de Dios; al que tiene deseo y voluntad de sembrar, le proporciona semilla y al que va a comer, le da pan.  Nuestro Pastor ha provisto riquezas de gracia para provecho espiritual de sus ovejas.  Una oveja no puede descansar tranquila si está con hambre.  El animal camina y camina buscando saciar el hambre, eso será posible únicamente a los pies de su pastor quien la cuida con ternura y vela por su bienestar.  Vamos a notar una porción de Escritura que fue dirigida a Israel pero es aplicable a nosotros.  “Ahora cantaré por mi amado el cantar de mi amado a su viña.  Tenía mi amado una viña en una ladera fértil.  La había cercado y despedregado y plantado de vides escogidas; había edificado en medio de ella una torre, y hecho también en ella un lagar; y esperaba que diese uvas, y dio uvas silvestres.  Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad ahora entre mí y mi viña.  ¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella? ¿Cómo, esperando yo que diese uvas, ha dado uvas silvestres?” Isaías 5.1 al 4  ¿Qué más podía haber hecho el Señor Jesucristo a nuestro favor?  En la cruz hizo todo lo que era necesario y todo lo que se podía hacer; ya no se puede hacer nada, ni añadir, ni quitar.  Jesús compró la salvación con abundante provisión para victoria diaria, crecimiento constante, etc.  “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá y hallará pastos.” Juan 10.9  Aquí Jesús pinta el cuadro del redil, un rebaño entrando y el pastor quien lo guía.  La oveja entra por la puerta y la puerta o entrada es Jesucristo; por medio de él entramos por fe a esta gracia, en esta salvación tan grande.  Ahora que estamos dentro del redil, caminamos y pasamos hacia el fondo y encontramos más pastos.  Ahí en la parte más adentro no somos más salvos que otros ni más hijos, sino más alimentados, más fuertes y más gozosos.  La mayoría de las ovejas entran al redil y se quedan allí en la puerta, no quieren avanzar más, por lo tanto no disfrutan el buen pasto que hay al ir pasando hacia el fondo.  El pasto está, la provisión fue hecha, pero la oveja no goza porque no busca.  ¡Cuántos del rebaño del Señor se conforman con lo poco que ha alcanzado en lo espiritual!  Hay más pastos, pero no quieren más.  Son negligentes para seguir buscando, escudriñando las Escrituras.  Los tales se conforman con lo bueno pero no sabe nada de lo agradable y perfecto, lo mejor.  Nuestro padre celestial es el Dios de toda gracia y él da mayor gracia, aquella oveja que se reconoce necesitada, desea más y alcanza más.  Pero aquella que se cree suficiente en sí misma, no recibe nada.  “A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos.” Lucas 1.53  Los suficientes y ricos en sí mismos, salen vacíos de un culto o de la presencia del Señor, porque no tienen lugar para las cosas del Señor.

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