sábado, 16 de julio de 1994

Lecciones Sobre Daniel

El Glorioso Evangelio, Vol. 94, N’o. 7

por David Franklin

Lección Siete - Capítulos 3.28 al 4.31

Aún después que Sadrac, Mesac, y Abed-nego fueron protegidos y librados del fuego, Nabucodonosor no estaba dispuesto a rendirse a Dios.  Dios había cambiado “el edicto del rey;” y eso él confesó.  El aún prohibió a sus súbditos hablar contra el Dios de Sadrac, Mesac, y Abed-nego.  Mientras él declaró que ningún  otro Dios podía librar como “el Dios de ellos,” su amenaza de muerte a aquellos que desobedecieron parece ser una oferta para proteger a Dios, más bien que una confesión de fe.  El aún vio ambos, a Dios y a sí mismo, sólo a la luz de su propia pequeña grandeza.  El ejerció su autoridad para ascender a Sadrac, Mesac, y Abed-nego en la provincia de Babilonia, pero no se dio cuenta que él dependía de Dios para su propio lugar mucho más que los tres dependían de él para lo suyo.  Dios humilla esa clase de orgullo.
El capítulo cuatro nos da la proclamación de Nabucodonosor, detallando públicamente su humillación final ante Dios.  El era lo mejor que puede haber en cuanto a gobierno gentil, sin embargo, él tenía que ser despojado de todo jirón de autoridad y razón antes de que él se sometiera a Dios.  De igual manera, Dios finalmente llevará a un remanente de las naciones gentiles a doblar la rodilla ante él.  Vea Isaías 2.11 al 19.  El verso once dice: “La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y Jehová solo será exaltado en aquel día.”  
El relato aquí se trata de otro sueño profético.  Por ser lento en aprender cosas espirituales, y poseyendo el orgullo ilógico de un verdadero babilonio, Nabucodonosor comenzó su búsqueda del significado del mensaje de Dios por llamar a los sabios, así llamados, de Babilonia.  ¡Qué confianza la gente mantiene en la educación y los títulos que son humanamente aprobados, aun después de ver la futilidad de sus afirmaciones!  Los sabios de Babilonia no pudieron, o no quisieron, interpretar el sueño para él.  “Fieles son las heridas del que ama; Pero importunos los besos del que aborrece.”  Proverbios 27.6  Si ellos intentaron adivinar el significado del sueño o no, los magos, astrólogos, y sabios no hicieron saber la interpretación a Nabucodonosor.  A los hombres de Satanás, es difícil profetizar otra cosa, sino palabras engañosas y lisonjeras.  Compare con Isaías 30.10, 11.  Por fin Daniel fue traído, y Nabucodonosor le contó el sueño.
Lea los versos trece y diecisiete; los dos versos refieren a santos y vigilantes.  El término “santos” puede referirse a Dios mismo, a los santos (todos los salvos), o a los ángeles; del contexto, creemos que habla de los ángeles.  Un vigilante es uno que observa.  Los ángeles hacen más que mirar pasivos a los eventos de la raza humana.  En Hebreos 1.14, están llamados “…espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación”  Muchas veces, en el Antiguo y el Nuevo Testamento, intervinieron a favor de los salvos.  Antes de la conquista de Jericó, Josué vio a un ángel quien fue el capitán del ejército de Jehová; un ángel mató a 185.000 del ejército de Asiria que estaba sitiando Jerusalén; un ángel sacó a Pedro de una celda de prisión en medio de la noche.  Dios ha puesto a estos santos como vigilantes en el sentido de guardas, para observar al hombre y para obedecer a Dios cuando sean llamados para intervenir en los asuntos humanos.  
Las cosas predichas en el sueño no pudieron ocurrir como parte del curso natural de eventos, sino fueron “por decreto de los vigilantes.”  En el verso veinticuatro, Daniel dijo que el sueño fue “a sentencia del Altísimo.”  Sea hombre o sean ángeles, todos los que participan de la santidad de Dios y actúan según aquella santidad, participan de la autoridad de Dios.  ¿Se recuerda cómo fue dada la ley de Moisés?  Fue por los ángeles. (Hebreos 2.2)  La ley trató con cada aspecto de la vida judía, tenía poder para condenar a los hombres a muerte.  Aquella palabra dicha por ángeles fue firme y de grande autoridad.  Los hombres que no reconocen la autoridad de Dios, tampoco la reconocerán de los que la comparten.  Por lo general, no hacen caso de instrucción ni advertencia dada por tal autoridad.  Nabucodonosor, hinchado por el orgullo babilonio, hizo poco caso al decreto de los vigilantes y a la exhortación de Daniel.  
Hay una frase corta en el verso diecisiete que muchos pierden.  Tocante al gobierno de Dios sobre “el reino de los hombres,”  el santo en el sueño de Nabucodonosor dijo; (él) constituye sobre él al más bajo de los hombres.”  No hay nada en la historia ni en las Escrituras que indica que eso haya cambiado.  Cuando las prácticas de los hombres en gobierno son traídas a luz, la única razón para sorpresa es el susto y alarma morales que se producen en algunos del pueblo de Dios.  El nos advirtió que será así.  El lo hace pasar así.  El reina.
Después que él escuchó este sueño, Daniel “quedó atónito casi una hora, y sus pensamientos lo turbaban.”  (verso 19)  La palabra traducida “atónito” significa “aturdido o pasmado”  Daniel no tomó placer en desarrollar un mensaje de juicio al rey.  Aunque Nabucodonosor había destruido Jerusalén y le había llevado cautivo, dándole las noticias de angustia inminente afligió a Daniel.  Esto, aún más que su solicitud a obedecer a Dios y hablar, nos muestra cuan completamente Daniel estaba de acuerdo con su Dios.
El Señor no quiere que nos apuremos con gozo para hacer corrección y juicio.  Cuando Santiago y Juan querían llamar fuego del cielo sobre los rechazadores, Jesús dijo: “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois.”  Lucas 9.55   A los burladores de los últimos días y a aquellos judíos que creerán en Cristo, pero dudarán porque él no apura el juicio para librarlos, Pedro escribió; “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.”  2ª Pedro 3.9  Sí, viene un día cuando el juicio debe caer, y en aquella hora los redimidos se regocijarán en la santidad de Dios; hasta entonces, juicio sobre los impíos es una cosa triste y angustiadora a aquellos quienes son de la misma mente con Cristo.
De tiempo en tiempo, la Escritura compara a los hombres a árboles, para representar el carácter espiritual de individuos o grupos.  Los fieles de Dios son llamados; “árboles plantados junto a corrientes de aguas,” Salmo 1.3, y vistos como floreciendo como la palmera, y creciendo como cedro en el Líbano; Salmo 92.12.  Israel está vista como la higuera repetidamente. (Lucas 13.6 al 9; Mateo 21.18 al 21; 24.32 al 34)  El tamaño grande y la fuerza grande del árbol hablan del tamaño y fuerza del reino de Nabucodonosor.  ¿Fue esa grandeza una garantía de su prosperidad continuada?  “Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.”  Mateo 3:10
Las aves refugiadas en las ramas hablan de cosas malas espiritualmente.  Al predecir el curso de la edad de la Iglesia, Jesús lo comparó al plantío de un grano de mostaza (Lucas 17.6), lo cual crecería a ser un árbol grande, en el cual las aves del aire albergarían.  (Mateo 13.31, 32)  Satanás es el “príncipe de la potestad del aire.”  Efesios 2.2  En el mismo capítulo de Mateo, Jesús habló del reino de Dios como harina, en la cual está escondida la levadura y permitida a obrar; la levadura es cuadro del pecado y la falsa doctrina, que produce hinchazón sin crecimiento en sustancia.  También, lo comparó a una gran pesca, algunos buenos, otros malos.  Finalmente, hablando del terrible fin de la cristiandad (lo que constituye la parte de la iglesia exteriormente sólo en nombre,) Apocalipsis 18.2 dice: “Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible.”
Todo esto fue prefigurado por el reino de Nabucodonosor.  El bien espiritual fue disponible dentro de los confines de su reino, pero la idolatría y doctrinas de demonios fueron permitidas florecer.  El sabía que sólo los hombres fieles de Dios fueron de confianza para el desarrollo de la verdad, pero él continuó en apoyar a, y confiar en los falsos hombres engañosos.  El tuvo conocimiento de Dios, pero no le recibió como su propio Señor.  Dios le estableció para grandeza terrenal, pero no tenía aspiraciones celestiales.  Vemos este cuadro profético cumpliéndose parcialmente hoy día en el mundo de la iglesia visible.
Daniel dijo a Nabucodonosor, “Ellos, (los santos), de entre los hombres te arrojarán.”  El término de su exilio iba a ser “siete veces,” eso es, siete años.  Ese período de castigo duraría “hasta que conozcas que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere.”  La sentencia era segura, pero fue templada por el propósito bondadoso de Dios.   Cuando ese propósito fuese cumplido, su reino le sería restaurado.  (versos 25, 26)  A pesar de ese decreto santo, Dios ofreció un aplazamiento de su ejecución.  Tal como Nínive había arrepentido, retardando por muchos años el juicio divino de aquella ciudad (Jonás 3.10;  Nahum 3.7),  así también a Nabucodonosor fue ofrecida una oportunidad para dejar sus pecados para prolongar el tiempo de su tranquilidad. (verso 27)  Si él hizo algunos cambios, no fueron cambios de corazón; la sentencia sobre él fue ejecutada sólo seis meses más tarde.
Al fin del tiempo de este período de gracia, Nabucodonosor  miró sobre la gran ciudad de Babilonia e hizo su jactancia.  “Habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?”  (verso 30)  ¡Qué jactancia lastimosa!  No tomó el tiempo para aprender las profecías concerniente a la ciudad de la cual él fue tan orgulloso.  “Y Babilonia, hermosura de reinos y ornamento de la grandeza de los caldeos, será como Sodoma y Gomorra, a las que trastornó Dios.”  Isaías 13.19  Cuán triste es cuando uno está hinchado porque Dios le ha dado un lugar de importancia.  Cualquier gloria terrenal que Dios da al hombre puede ser revocada si se rehusa glorificarle a él.
Cuando los discípulos de Jesús fueron impresionados con la gloria del templo judío, él dijo: “¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada.”  Marcos 13.2  La incredulidad judía fue la causa por la cual la gloria del Señor cesó en aquel lugar.  Pablo dijo: “Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará.”  Romanos 11.21  Dios ordenó que Nabucodonosor encabezara un gobierno.  Dios ordenó que los judíos construyeran un templo y le adoraran allí.  Dios ordenó que aquellos que nombran el nombre de Jesús sean sus testigos y el objeto de su bendición.  La incredulidad y orgullo trajeron juicio sobre los primeros dos; así también una Babilonia “Cristiana” que rechaza a Cristo será juzgada.

¡Cuán rápidamente vino el juicio, “Aún estaba la palabra en la boca del rey.”  1ª Tesalonicenses 5.3 cuenta lo que pasará en un tiempo venidero, cuando los hombres se jactarán de que han construido una estructura de paz y seguridad en la cual pueden exaltarse a sí mismos; “entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina.”  Aunque él es paciente, el juicio de nuestro Señor es rápido y seguro en su venida.

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