sábado, 16 de abril de 1994

El Salmo 23

El Glorioso Evangelio, Vol. 94, No. 4

por Virgilio Crook

Lección Cuatro: Verso Uno

“Jehová es mi pastor; nada me faltará.”  La importancia de la última frase del verso uno depende de la comprensión de la primera frase; por cuanto “Jehová es mi Pastor,” no me faltará nada.  Se puede mirar este versículo desde dos puntos de vista, en ello David está diciendo:

(1.) - “Mi Pastor me suple todo.”  Tengo todo lo que necesito para crecer y ser una oveja robusta.  En otro Salmo él testifica de la fidelidad de Dios en proveer para los suyos.  “Joven fui y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan.”  Salmos 37.25  Esta es una verdad recalcada por escritores del Nuevo Testamento también.  El Apóstol Pablo escribió a los generosos filipenses: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falte conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.”  Filipenses 4.19  La pequeña palabra “todo” incluye necesidades del cuerpo, alma y espíritu; necesidades presentes y futuras.  Tenemos a un Padre que es el Creador, Dios muy rico, quien hizo provisión para cada parte de nuestro ser.  Medite en esto, “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falte.”  El apóstol al igual que el salmista, conocía personalmente a Dios, la comunión que gozaba con él era tal que en su corazón no cabía la menor duda de que supliría todas las necesidades de estos hermanos, cuyos corazones generosos abrieron las ventanas de los cielos.  Esta promesa no es del apóstol, sino del Dios quien le inspiró con su Espíritu Santo y quien es el responsable de cumplirla.  La dirigió a los macedonios, quienes convirtieron su profunda pobreza en riquezas por su generosidad.  Esta promesa tiene por base la liberalidad, es decir, el dar.  Cuando el creyente vive esta gracia, Dios también hace su parte y la medida que se menciona aquí es sin medida, pues las riquezas en gloria en Cristo Jesús no tienen límite, son inescrutables.  

Dios quiere bendecir a su pueblo y ya proveyó para toda bendición.  El creyente que aprende el secreto de dar a Dios lo que le pertenece, gozará la generosidad divina, favores celestiales del Dios Altísimo, cuya mano nada ni nadie pueda detener.  El había desafiado a su pueblo, diciendo: “Probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.”  Malaquías 3.10  El desafío es sobre la base de: “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa.”  Si él dice que hará esto, lo hará sin duda, pues, cuando él cierra, nadie abre y cuando abre, nadie cierra.  Con seguridad él abrirá las ventanas de los cielos y derramará bendiciones, pues, Jesucristo es la llave de las bendiciones de Dios.  Esto denota abundancia, pues, no dice que goteará, sino derramará ya que él ama al dador alegre.  

Cuán lejos de gustar esta lluvia de bendiciones, el avaro permanece seco en su corazón mezquino, que por decirlo así, cierra las ventanas de los cielos por su actitud egoísta.  Tal persona no podrá gustar las bendiciones de arriba.  “Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto.”  Proverbios 3.9,10  Honramos a Dios dándole lo que es suyo.  ¿Sabe lo que es de Dios?  La primicia, lo primero, no lo sobrante, si usted le da a Dios lo primero sea en el diezmo, en tiempo, etc., usted está honrando a Dios.  Si obedece esa parte, Dios hará el resto.  Estas palabras no son dirigidas al pastor o encargado de una asamblea, sino a todos los creyentes.  No importa si el creyente tiene buen empleo, necesita vivir por fe y si es obediente a la Palabra, honrando a Dios con sus bienes, Dios se encargará de llenar su granero.  También honramos a Dios con nuestros bienes, usando todo lo que tenemos para su gloria, no para el pecado o las cosas de la carne.

En verdad, Cristo es la fuente inagotable y todo suficiente, capaz de saciar cualquier necesidad de sus ovejas.  “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”  Romanos 8.32  Cuando Dios entregó a su Hijo por todos nosotros, él dio todo, lo mejor que tenía y no mezquinó de nosotros, eso es suficiente prueba de que él cumplirá todas sus promesas.  Jesucristo es la bendición más grande que nos ha sido dada y con él somos enriquecidos en todo bien.  Él creyente que ve esta realidad y aprende que todo lo que es y tiene, son por medio de Jesucristo, es agradecido a Dios.  Porque en él (en Cristo) habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, “y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.”  Colosenses 2.9,10  En Cristo tenemos todo, nada no nos falta, estamos completos, de modo que no nos falta ningún bien.  Aparte del Señor, no tenemos nada, sin él nada somos y nada podemos.

La perfecta voluntad de Dios es que sus hijos aprendan a vivir por fe en él.  Está escrito: “él justo por la fe vivirá.”  Durante su ministerio en la tierra, Jesús enseñó a sus discípulos la vida de fe.   (Mateo 6.25 al 34)  Los impíos se afanan por cosas naturales, por cosas que no duran más que esta vida.  En esta porción Jesús dice que, si Dios nos dio la vida (algo que el hombre con toda su ciencia no puede hacer ni retener) ¿cómo no podremos confiar en él para el sostén de esa vida?  Él formó el cuerpo, ¿cómo no suplirá vestido para cubrirlo?  Dios nos dio vida eterna en Cristo Jesús y es capaz de proveer todo cuanto sea necesario para esta vida presente y para la venidera.  Si él no hace faltar su misericordia a la creación natural, no hará faltar su gracia a su pueblo celestial, pues, tienen la vida preciosa de su Amado Hijo.  En esta porción, los discípulos fueron estimulados a considerar dos ejemplos en la creación.

(a.)  Los pajarillos: no trabajan, ninguno de ellos tienen chacras, pero el Creador les provee alimento y ninguno de ellos cae en tierra, sin el permiso de Dios.

(b.)  Los lirios del campo:  Crecen en hermosura sin esfuerzo y superan en gloria aún a Salomón.  De esta manera el Señor enseña a los discípulos la vida de fe y dependencia total.  Ese es el método de los vencedores, quienes aprenden a esforzarse solamente en la gracia del Señor.  Los gentiles o los impíos, muy por el contrario, buscan comida y bebida y vestido.  El justo también necesita de tales artículos para su vida, pero nuestro Padre celestial sabe que tenemos necesidad de todas estas cosas.  La prueba de que sabe es que suple.  Eso vemos en la experiencia del apóstol Pedro.   (Mateo 17.24 al 27)  Note que Jesús conoce las necesidades de los suyos, por eso él habló primero a Pedro.  La manera que el Señor utilizó para pagar el tributo nos enseña que a él no le falta recurso.  Pedro, más tarde en su carta afirma: “El tiene cuidado de nosotros.” 1ª Pedro 5.7  El Señor está más dispuesto a suplir, de lo que nosotros estamos para recibir, su bendición.  “Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído.” Isaías 65.24  

El Señor conoce nuestra vida y sabe de qué cosa precisamos; pero note en Mateo 6.33 un principio incambiable del gobierno divino, pues denota el orden de Dios.  “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”  Primero buscamos al Señor, pues es primero en orden de importancia.  Todos quieren bendiciones; pero no todos siguen el orden de Dios.  La mayoría ponen por delante lo material y al Señor le dejan en un lugar secundario.  Dios es Dios de orden y ha puesto primero lo más importante; tenemos que ponernos de acuerdo con él y seguir su orden.  Primero el Señor y después lo demás.  Al aceptar a Jesús como Salvador, entramos en su reino y estando allí, dentro, debemos buscar las cosas que pertenecen a ese reino, buscar como es correcto y ahora porque es el tiempo para hallarle, pues él está cercano.  El Señor nos invita a hacer un cambio; nosotros buscamos primero su comunión y le entregamos toda nuestra ansiedad, y él asumirá nuestro cuidado y nos dará su bendición. ¡Qué cambio!

Finalmente, consideraremos el Verso 34 donde aprendemos que nuestro Pastor nos da suficiente gracia para cada día.  “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán.  Basta a cada día su propio mal.”  Su misericordia se renueva cada mañana, entonces ¿por qué muchos del pueblo redimido del Señor viven turbados, deprimidos y en extrema ansiedad?  La razón es, porque se preocupan del mañana, toman afán prestado y se preocupan del porvenir, dicen: “¿qué comeremos, qué beberemos o qué vestiremos?”  Tal carga la llevan solos porque él no nos promete gracia para afán prestado.  El da suficiente gracia para cada día.  No sabemos lo que traerá el día de mañana, pero sabemos que la misericordia del Señor será nueva cada mañana.


Dios en su Palabra promete cosas al que confía en él, como una oveja depende totalmente del cuidado de su amante pastor.  “Porque sacia al alma menesterosa, y llena de bien al alma hambrienta...El que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila.  Salmos 107.9; 103.5  El ave abre su boca para que la madre le alimente.  Si tan sólo abrimos nuestras bocas, es decir, permitimos al Señor derramar sus bendiciones, seremos saciados de bien.  El es Dios de abundancia.  Viviendo en el mundo no esperamos que las cosas mejoren.  De lo que leemos en la Palabra de Dios, sabemos que las condiciones empeorarán aún más cuando la venida del Señor esté cerca; pero como hijos de Dios tenemos promesas.  Como ovejas del rebaño de Jesús, él asume nuestro cuidado.  “Mejor es lo poco del justo, que las riquezas de muchos pecadores.  Porque los brazos de los impíos serán quebrados; mas el que sostiene al justo es Jehová.  “Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan.  En todo tiempo tiene misericordia y presta; y su descendencia es para bendición.”  Salmos 37.16, 17, 25, 26  Dios tiene su manera para suplir las necesidades de los suyos; nosotros no elegimos la manera, pues, él tiene sus propias.  Nuestra parte es abrir la boca para ser saciados de bien.

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