martes, 16 de agosto de 1994

Lecciones Sobre Daniel

El Glorioso Evangelio, Vol. 94, N’o. 8

por David Franklin

Lección Ocho - Capítulo 4.33 al 37

Tan solemne y terrible como fue el juicio de Dios sobre Nabucodonosor, debemos reconocerlo como maravilloso y milagroso, aún misericordioso.  Nabucodonosor comió pasto como hacen los bueyes, sin embargo, no murió de hambre.  Generalmente es imposible para el hombre recibir alimento de tal comida.  Nos hace recordar del castigo de Jonás, quien fue tragado por un pez que el Señor había preparado especialmente para la ocasión.  Jonás debía haber muerto según el orden natural, pero Dios había determinado un propósito benévolo para su vida.  El fue guardado por la gracia de Dios, para que la gracia de Dios pudiera ser mostrada a un pueblo gentil.  Refiriéndose a la tribulación venidera, Jesús dijo: “Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.”  Mateo 24.22  Dios no permitirá que su juicio sobre la rebelión gentil exterminara la raza rebelde, pues él mostrará misericordia en el juicio, aún como lo hizo para con Nabucodonosor.  Ni es por accidente que un juicio fue escogido que exhibió a este astuto, orgulloso, rey gentil como una bestia del campo - desaliñado, silvestre y sin entendimiento.  El capítulo siete de Daniel muestra a cada uno de los imperios mundiales gentiles como bestias, el último, el más rebelde, es el más violento y desenfrenado.  Sea un individuo o una gran masa de almas humanas, cuando la gente se levanta contra su Hacedor, llegan a ser menos de lo que Dios propuso que sean, menos que humano, en un sentido.  El hombre fue creado para dar gozo a Dios; el único recurso razonable abierto para nosotros es someternos a su voluntad.  (Apocalipsis 4.11; Romanos 12.2)  Al entrar en cualquier otro modelo de vida es seguir un camino de degeneración, bajando cada vez más bajo en la escala de existencia, hasta que todo lo que separa al hombre de la bestia sea quitado.  La razón tiene que ser reprimida para seguir tal senda.
En “El Progreso del Peregrino,” un hombre fue mostrado con un rastrillo en su mano, rastrillando paja, palos y polvo hacia sí mismo.  Todo el tiempo que rastrilló, había uno parado arriba de su cabeza, ofreciendo una corona celestial, pero él estaba tan ocupado con su tarea de juntar basura que no pudo levantar sus ojos.  Así fue con Nabucodonosor.  El pensó sólo en su propio trono, su propio poder, sus propias obras, nunca relacionándolos con el Dios de los cielos.  Sus ojos fueron tan llenos de Babilonia, que cuando la evidencia de la existencia de Dios y su reino le fueron mostrados, él le consideró sólo en una manera terrenal.  Sin embargo, por fin Nabucodonosor levantó sus ojos a los cielos.  (verso 34)  Sólo Dios puede ablandar el cuello duro de voluntad propia y tornar la mirada del hombre hacia el cielo.
Con la vista hacia arriba, el entendimiento volvió, y con el entendimiento vino alabanza al Señor.  La falta de entendimiento se revela en aquellos que no le alaban.  “El hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra...” (verso 25)  Dios reina; él debe ser alabado.  No hay segundas causas en los asuntos sobre los cuales él elige ejercer control.  Así le ensalzan los santos vencedores totales: “los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo:  Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.  (Apocalipsis 4.10)  La gloria terrenal de Nabucodonosor no fue por su propio mérito, sino sólo de Dios.  Cuando Dios eligió bajarle,  Nabucodonosor no pudo proteger su posición.  Ejércitos, leyes, y riquezas personales, todos obraron juntos para mantener a Nabucodonosor en poder, pero Dios había hablado una palabra.  El mostró su poder y calidad de Señor, y el rey le reconoció.
Una vez que Nabucodonosor había dado a Dios el lugar que le corresponde, él pudo tener el lugar que Dios había elegido para él.  No se sorprenda de que este hombre fue capaz de tomar las riendas de gobierno otra vez después de un período de “demencia.”  Pudiéramos considerar otros ejemplos históricos de gobernadores mentalmente deficientes, y pudiéramos suponernos que la influencia de Daniel preservó el lugar de Nabucodonosor, pero en el fin, debemos ver que fue exactamente como el rey lo expresó: “y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?”  (verso 35)  Si alguien hubiese intentado impedir a Nabucodonosor retornar a su trono, no hubiese sido posible contender con éxito contra la voluntad de Dios.  En realidad, no sólo no hubo objeción, sino sus consejeros y señores le buscaron.
Vale la pena notar que al describir el retorno de su honor, el rey dijo: “Mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí.”  (verso 36)  Cuando su vista fue hacia la tierra, él percibió Babilonia como si fuese para el honor de su majestad; eso es, existió para dar gloria a él.  El llegó a ver, por fin, que no fue la voluntad de Dios que Babilonia fuese un ornamento para el reino de Nabucodonosor, sino que el reino de Nabucodonosor añadiera gloria a su reino.  La vida piadosa glorifica cualquier situación en la cual Dios la ponga.  Ojalá que los hombres busquen adornar su lugar en la vida con piedad, en vez de usar la posición y las cosas  que Dios los ha dado para hacerse aparentar bien.
Los paralelos proféticos en la vida y reino de Nabucodonosor son muchos y notables.  Hemos visto esto en él como figura del gobierno gentil errado, y en una figura, de la rebelión espiritual del anticristo.  Podemos ver en la sentencia del juicio de Dios sobre Nabucodonosor, la prefigura del día cuando todos los poderes gentiles estarán echados abajo.  A Nabucodonosor fue mostrado una figura de aquel día cuando la imagen de su primer sueño profético se rompió en pedazos bajo el golpe de la piedra cortada sin manos.  Ya que el reino gentil nunca será restaurado en la tierra, ¿por qué Dios permitió a Nabucodonosor volver a su trono?  ¿Esto hace incompleto e imperfecto al tipo profético?  En ninguna manera.  Considere los tres puntos siguientes.
PRIMERO: vemos un testimonio de la gracia de Dios en esta restauración, abierta a cada individuo.  Damos gracias a Dios que, aunque Nabucodonosor es usado para predecir el reino, rebelión y caída del hombre totalmente malvado quien será el anticristo, no fue obligado a tomar un lugar donde sería imposible aceptar la gracia de Dios.  El pudo haber rechazado a Dios, aún en la faz de las poderosas obras que Dios hizo a su vista, pues así lo hizo Faraón.  (Exodo 7.13 y Romanos 9.17)  Dios endureció el corazón de Faraón sólo en el asunto de dejar ir a Israel; sólo esa fue la cosa de la cual Moisés le trató.  Nunca se dice que Dios endureció a Faraón para que no pudiera aceptar su gracia en asuntos eternales.  Dios sabe quien será y no será salvo, pero ninguno está excluido de la salvación por circunstancias de tiempo, eventos, ni lugar terrenal.  Aquel que no quiere “que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento,” no permitirá que lo sea así. 2ª Pedro 3.9 Todos los que perecen, incluyendo al anticristo venidero, perecerán porque rechazaron a Cristo, y no porque fueron excluidos.  
SEGUNDO: ¿no está Dios visitando a los gentiles para tomar de ellos a un pueblo para su nombre?  (Los Hechos 15.14)  ¿No llegarán muchos de aquellos que son tomados para ser gobernantes juntos en el trono de Cristo?  (2ª Timoteo 2.12; Apocalipsis 5.8 al 10)  Verdad, no pueden gobernar como gentiles, pues tales etiquetas no tienen aplicación espiritual a los creyentes de esta edad de la Iglesia.  (Gálatas 3.28)  Me parece que Nabucodonosor no reinó como los demás gentiles después que Dios le humilló.  Ya no fue bruto el más poderoso entre las fieras naciones gentiles.  Ni tampoco procuró mantener su dominación por la violencia de una naturaleza cruel.  Nunca más sería el arrogante, pagano, tirano gentil, jactándose de su propio poder.  Nabucodonosor reinó de allí en adelante como el escogido de Dios y su obediente representante, como algunos de esta edad harán un día.  El volvió a su trono un hombre cambiado.
TERCERO: los gentiles que estarán sobre la tierra cuando los tiempos de los gentiles hayan terminado, no ocuparán el lugar de un pueblo oprimido, humillado.  Estarán de mejor estado que antes.  “Y si su transgresión (de los judíos) es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración?”  Romanos 11.12  Vemos esto también en Nabucodonosor, cuando dijo: “y mayor grandeza me fue añadida.”  (Verso 36)  Su estatura como gobernante aumentó después que Dios le humilló.  Pablo creyó, como el Espíritu le mostró, que los gentiles subirán más altos bajo la preeminencia de los judíos que cuando ellos mismos se gobernaron.  Una vez yo salí de un puesto como supervisor de una compañía pequeña de muebles para tomar una posición con una compañía más grande ocupada en otra línea de negocio.  Gané más con el puesto más bajo con la compañía más grande que el puesto “mejor” con la compañía más chica.  Las naciones gentiles no van a perder cuando Dios las señale un lugar más bajo; tendrán excelencia añadida por su sumisión a Cristo.

Nabucodonosor tenía el corazón de un verdadero súbdito del Gran Rey.  El terminó su última declaración del registro divino con palabras para convencer y persuadir a los hombres cuyos corazones fueron exaltados, como el suyo había sido alguna vez.  El alabó a Dios como “el Rey del cielo,” y advirtió que, “él puede humillar a los que andan con soberbia.”  (verso 37)  El habló de experiencia penosa, pues sabemos por sus palabras que él había experimentado también un cambio genuino de corazón.  Su alabanza a Dios lleva el testimonio de la realidad de su cambio.  El sabía que en el asunto de reconocer su Calidad de Señor, no es cuestión de “si,” sino “cuando.”  Lea el testimonio de Escritura.  “Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, Y toda lengua confesará a Dios.”  Romanos 14.11  “Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”  Filipenses 2.11  Aquellos que no se someten ahora, caerán sin poder en el día de juicio.  Cuán bueno es aprender con Nabucodonosor la realidad de la autoridad de Dios sobre el reino de los hombres.

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