martes, 1 de enero de 2013

Doctrinas Esenciales De La Biblia - Parte 13

por Douglas Crook

El Espíritu Santo


Gálatas 5:16
“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.” 

Terminamos nuestra lección anterior con este verso y comenzamos nuestra lección presente con el mismo verso. En la lección anterior estudiamos la doctrina esencial de las dos naturalezas del creyente y la victoria que es suya para llevar una vida de piedad.

Al aprender a juzgar nuestra naturaleza de carne pecaminosa y al aprender a rendirnos a la nueva naturaleza del Espíritu que recibimos por medio del nacimiento espiritual, comenzamos a vivir vidas libres de las cadenas del dominio del pecado en nuestras vidas diarias.

Lo que Pablo nos escribe: “andad en el Espíritu,” tiene doble sentido. Primero, él habla de rendirnos a la nueva naturaleza, la vida espíritual que recibimos por el nacimiento espiritual. Sin embargo, él también nos señala a la Persona y ministerio del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es la fuerza y energía de la nueva naturaleza del creyente.

Romanos 8:14  
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.” 

La palabra griega que Pablo usa en este verso significa “hijos maduros.” Usted no puede alcanzar su potencial completo en esta vida o en la eternidad, como un hijo de Dios, aparte de una sumisión total al ministerio del
Espíritu Santo en su vida. Si usted no aprende cómo andar en el Espíritu, usted será caracterizado por el pecado y la carnalidad y será un cristiano derrotado que no experimenta las bendiciones de alegría, paz y contentamiento que resultan por vivir una vida piadosa. 

Y esto nos lleva a nuestra siguiente doctrina esencial del Evangelio de Jesucristo; recibir el don del Espíritu Santo con la evidencia del milagro de hablar en otras lenguas según el Espíritu le da para hablar. Esta es una experiencia que cada creyente debe buscar después de ser salvo.

Quiero enfatizar la importancia de recibir al Espíritu Santo con la evidencia de hablar en lenguas desconocidas, pero quiero considerarlo en el contexto de toda la enseñanza de la Escritura acerca del Espíritu Santo. Voy a dar varias lecciones sobre la obra y ministerio del Espíritu Santo en la vida del creyente. Esta primera lección servirá como una introducción al tema y nos presentará la actitud apropiada con la cual el creyente debe acercarse a esta doctrina.

El recibir al Espíritu Santo con la evidencia de hablar en otras lenguas es un asunto de hambre y sed espirituales. El hambre y sed vienen de adentro, no de afuera, por la influencia o presión de otros.

Mateo 5:6  
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.” 

Debe ser una prioridad para el creyente determinar si esta experiencia es la voluntad de Dios para sí o no, según la enseñanza de la Biblia. Si es la voluntad de Dios, entonces es la justicia. Si es justo para el creyente recibir al Espíritu Santo con la evidencia de hablar en otras lenguas, debe buscar la experiencia con todo su corazón.

Hasta que haya este hambre personal e intenso para la voluntad de Dios, es inútil para el pastor u otro hermano decirle que usted debe orar para recibir la plenitud del Espíritu. Si el hambre es verdadero, nadie será capaz de impedirle de aprovechar cada oportunidad para buscar esta experiencia gloriosa.

Entre los evangélicos hay muchas opiniones y enseñanzas sobre este tema. Los fundamentalistas rechazan por completo que haya una experiencia distinta que la salvación que el creyente debe buscar. Muchos hermanos pentecostales enseñan y practican muchas cosas acerca del ministerio del Espíritu Santo que contradicen lo que enseña la Biblia. Los fundamentalistas rechazan el milagro de hablar en otras lenguas porque, para ellos, es demasiado extraño. Me han preguntado varios hermanos fundamentalistas, “¿Para qué sirve hablar en otras lenguas desconocidas?” “¿Por qué requeriría Dios tal cosa?” Lo que yo pregunto es, “debemos rechazar algo que consideremos como fuera de la voluntad de Dios simplemente porque no lo entendemos o porque a nosotros no nos gusta?”

Muchos pentecostales obsesionados por hablar en otras lenguas hasta el punto de que completamente descuidan el propósito verdadero de la voluntad de Dios en recibir al Espíritu Santo. Para muchos, hablar en otras lenguas llega a ser una insignia de espiritualidad, honor y orgullo en vez de ser una sumisión humilde a la voluntad de Dios. Ellos hacen juguetes carnales de los dones espirituales y pierden su poder intencionado.

Ya que existen estos dos extremos peligrosos acerca de esta doctrina, es importante que tomemos cuidado en estudiarla en una manera equilibrada en la luz de las Escrituras. Sin un entendimiento correcto del ministerio del Espíritu Santo y sin una sumisión a Su ministerio, no podemos agradar a Dios en la medida que debemos. Por eso, un estudio del Espíritu Santo es tan esencial si queremos glorificar a Dios y disfrutar la plenitud de Su bendición en nuestra vida.

Dios es Omnipotente. Él puede hacer lo que quiera. Con Dios, nada es imposible. Dios propone algo y nada ni nadie puede impedirle de hacer lo que Él propuso. La Biblia nos enseña que Dios da al creyente en Jesucristo acceso al poder de Dios. Tenemos este acceso al poder de Dios para que podamos hacer la voluntad de Dios. No tenemos poder en nosotros mismos para hacer la voluntad de Dios, por eso, necesitamos acceso al poder de Dios. Aunque cada creyente tienen acceso al poder de Dios, no todos andan en ese poder. Muchos creyentes siguen viviendo vidas de carnalidad y derroto porque no apropian el poder de Dios que les transformaría para que anden en piedad con todos los beneficios de una vida piadosa.

Cuando se menciona el “poder de Dios,” muchos inmediatamente piensan en las manifestaciones milagrosas, emocionales y espectaculares del poder del Espíritu. Nosotros no debemos negar, ni dejar de esperar tales demostraciones del poder de Dios, pero por lo general, el poder de Dios es manifestado en maneras ordinarias y en cosas cotidianas de la vida del creyente. El resultado final del poder de Dios siempre es de lograr la voluntad de Dios.

La Biblia nos revela que el Espíritu Santo es el Distribuidor del poder de Dios para darnos poder, capacidad y autoridad para beneficiarnos de la voluntad de Dios hecha para nosotros, en nosotros y por nosotros.

El Espíritu Santo es nuestra línea directa al poder de Dios Omnipotente. Si no entendemos el ministerio del Espíritu Santo y si no nos sometemos a Su ministerio, es imposible andar en la voluntad de Dios y disfrutar la plenitud de las bendiciones de su gracia. No podemos tener éxito en agradar a Dios en ninguna parte de nuestra vida sin el ministerio del Espíritu Santo.

Zacarías 4:6-7  
“Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos. ¿Quién eres tú, oh gran monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura; él sacará la primera piedra con aclamaciones de: Gracia, gracia a ella.”

La palabra en el hebreo traducida “ejército” significa “poder militar.” La palabra “fuerza” significa “vigor, fuerza o riqueza humanos.” Nada que el hombre posee, como individuo o como una sociedad, puede llevar a cabo la voluntad de Dios. No podemos beneficiarnos de los propósitos de Dios por la fuerza humana. La voluntad de Dios es llevada a cabo sólo por el ministerio del Espíritu Santo. La Iglesia necesita una revelación de la importancia del poder glorioso de Dios para nosotros, en nosotros y por nosotros el cual se recibe solamente por el ministerio del Espíritu Santo.

¿Cómo comenzamos a aprender a andar en el poder de Dios? Después de la salvación, usted necesita recibir el don del Espíritu Santo.

Hechos 2:38-39

“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos
los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” 

Por medio de esta porción de Escritura podemos entender dos cosas. Primero, el don del Espíritu Santo es dado solamente a los salvados. En otras palabras, el incrédulo no puede recibir al Espíritu Santo. Segundo, entendemos que el don del Espíritu Santo es dado para todos los salvados y no solamente para algunos.

Al comparar este pasaje con otros, vamos a ver que el creyente no recibe este don automáticamente por el milagro de la regeneración. La regeneración simplemente nos hace electos para recibir el don. Aceptar a Jesús como su Salvador y recibir al Espíritu Santo son dos cosas diferentes.

Algunos no están cómodos con la idea de dos experiencias separadas. ¿Por qué no daría Dios todo lo que necesitamos de una vez, en una sola experiencia? Sin embargo, tal concepto de dos experiencias separadas no es la única en los propósitos de Dios. La salvación y el bautismo con agua son dos experiencias diferentes. La santificación práctica es una obra que continúa cada día y que nos transforma de gloria en gloria. La madurez espiritual es un proceso continuo. No hay nada extraño ni contradictorio con los propósitos de Dios en la enseñanza que recibir el don del Espíritu Santo es una experiencia distinta que la salvación.

Juan 14:16-17

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”

Es necesario que el creyente reconozca, en una manera muy personal, la persona y la obra del Espíritu Santo en su vida. La evidencia de haber aceptado el don del Espíritu Santo personalmente, es hablar en una lengua desconocida.

Esta experiencia es individual y personal, no corporativa. Dos cosas sucedieron en el día de Pentecostés. (Hechos 2) Primero, el bautismo del cuerpo de Cristo, la Iglesia y fue una vez para siempre. El bautismo de la Iglesia fue corporativo y esa sola experiencia fue suficiente para toda esta edad de la Iglesia. Segundo, las 120 personas recibieron el don del Espíritu Santo individualmente. Cada una recibió su propia experiencia individual. Hubo dos juegos de señales. Un juego de señales nunca fue repetido. No leemos del viento recio junto con las lenguas repartidas, como de fuego apareciendo, en otra ocasión. Fue la evidencia del bautismo de la Iglesia como el cuerpo de Cristo. La otra señal, de los individuos hablando en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen, fue repetida en muchas otras ocasiones.

El don del Espíritu Santo no es el bautismo del Espíritu Santo, aunque sea el mismo Espíritu que bautizó al cuerpo de Cristo en el día de Pentecostés. Son dos aspectos distintos del ministerio del mismo Espíritu Santo.

Hechos 11:16-17

“Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo. Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?”

Pedro dice que el mismo Espíritu que bautizó al Cuerpo de Cristo y que fue recibido como un don por los 120 en el día de Pentecostés, es el mismo Espíritu que fue dado como don a aquellos en la casa de Cornelio. El bautismo, la unción, el sello y el don del Espíritu Santo son por el mismo Espíritu Santo, pero describen aspectos diferentes de Su ministerio.

¿Cómo se recibe el don del Espíritu Santo?

Lucas 11:5-13

“Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”

Jesús nunca habló del bautismo con el Espíritu Santo como algo dado a aquellos hijos de Dios que continuamente lo piden. Él simplemente dijo a sus discípulos que iban a ser bautizados con el Espíritu Santo. (Hechos 1:5) Sin embargo, en Lucas 11 Jesús habla del Espíritu Santo como un don dado a aquellos de los hijos de Dios que lo piden persistentemente. Es una experiencia muy personal e individual.

Los fundamentalistas enseñan que el creyente recibe la plenitud del Espíritu Santo al momento que es renacido por fe en Jesús. Si tienen razón, ¿por qué dijo Jesús que los hijos de Dios deben pedir el don del Espíritu Santo de su Padre Celestial? Es cierto que cada hijo de Dios posee una medida del Espíritu Santo al ser renacido, pero no en el sentido o la medida a la cual Jesús se refiere en Lucas.

Lucas 24:49

“He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.”

Note la urgencia de estas palabras de Jesús. Los discípulos de Jesús ya habían sido usados para hacer muchos milagros. El Espíritu Santo ya reveló a Pedro que Jesús es el Hijo de Dios. (Mateo 16:15 - 17) Sin embargo, Jesús mismo les dijo que no debían hacer otra cosa antes de ser investidos del poder de lo alto. Después de ser salvo, no hay nada más importante que recibir el don del Espíritu Santo.

Entonces, ¿qué debemos hacer para recibirlo? ¡Pedirlo! Es importante venir al Padre y reconocer que usted entiende su necesidad de recibir la plenitud del Espíritu Santo. Debe pedir persistentemente del Padre su porción personal del don del Espíritu Santo. Usted debe tener un hambre intenso para recibir su porción personal.

La experiencia de recibir el don del Espíritu Santo varía mucho de un creyente a otro. Algunos lo reciben inmediatamente después de ser salvo. Otros oran para recibirlo por un periodo de tiempo. Algunos lo reciben en un templo o iglesia, otros en una casa y otros afuera bajo un árbol. Algunos lo reciben orando juntos con otros hermanos, otros están solos cuando lo reciben. Lo importante es saber que Su Padre tiene lo que usted necesita. El sabe la mejor manera para darle el don del Espíritu Santo. ¿Tiene hambre, usted? Pida de su Padre que él le llene con Su Espíritu Santo.


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