Durante los 21 años que he vivido en las zonas tropicales, he visto las palmeras ministrando sus sermones silenciosos en su hermosura y encanto de paisaje, como también supliendo muchas necesidades diarias. Toda parte del árbol es útil, para materiales de construcción, para frutas y comida, dando además aceites para muchos usos y las hojas siempre verdes se prestan para hacer pantallas, canastos, sillas y en casos extremos, cuando son tiernas para forrajes de animales.
Luego, de las cáscaras se hacen fibras, piolas y escobas, etc,. En todo, la palmera da centenares de productos. La raíz se profundiza debajo de las arenas o la capa dura de la tierra alcanzando las corrientes de aguas del subsuelo y también las hojas absorben los rocíos y la humedad del aire.
Nosotros también, queridos hermanos, debemos crecer derecho hacia arriba para ubicarnos en nuestros lugares en los sitios celestiales aspirando alcanzar lo mejor de Dios, soportando el calor y las pruebas y aflicciones de los lugares desérticos, arraigados y profundizados en la Palabra de Dios. Ninguno será estéril y sin fruto.
La hoja siempre verde (la vida eterna) no se seca y somos bien equipados para toda buena obra, ofreciendo abrigo y protección al inconverso del desierto. Cada uno suministrando conforme a su habilidad, ocupando su lugar en el cuerpo de Cristo en la misma manera en que hay tantas diferentes clases de palmeras.
“Un árbol que Dios ha plantado se mantendrá recto y fuerte en cualquier lugar” (Autor desconocido)
(Tomado de la revista HERMANOS- BOX 181- PHARR, TEXAS 1964)
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